Lo propuso con sorna y bastante gracia un concejal del Ayuntamiento de Badajoz en ‘petit comité’, al hilo de la polémica surgida por la denominación del nuevo puente de la Ronda Sur. Debería llamarse Ponte del Papo Seco. Puede parecer malsonante, pero tendría su porqué. El papo seco es un bollito de pan portugués, muy frecuente en todo el centro de Portugal y también en Badajoz. Es blandito y rico y tiene la particularidad de que conserva estas características durante días. Para la bifana, que es un bocadillo típico luso, el papo seco es continente y a la vez contenido indispensable. No sabe igual con otro tipo de pan.

Habría sido un nombre al menos singular, popular y desde luego un guiño cariñoso y cercano al país vecino, unido a Badajoz por muchos nexos, también por la gastronomía, causa y a la vez efecto de un intercambio histórico a ambos lados de la Raya. El papo seco es buena muestra de esta unión y admiración mutuas por las riquezas de la cocina, como lo es también el bacalao dorado, presente en las cartas de los restaurantes situados junto a este tramo de la frontera, sin distinción de idiomas.

Fuese cual fuese o sea cual sea el nombre finalmente elegido para bautizar la nueva pasarela, habría generado polémica. Así somos. Nos gusta opinar de todo y de todo sabemos. Sobre todo de nomenclaturas. Eso está bien, requetebién. Todos los debates son enriquecedores. Pero hay que reconocer que semejante polémica por la denominación de una infraestructura estrictamente funcional, que ni siquiera va a tener presencia en la ciudad, porque está demasiado lejos del centro urbano, ha sido exagerada.

De primeras, se puede entender que sea la Junta la que bautice al puente, pues es suyo. No sé si la Diputación de Badajoz ha consultado al ayuntamiento si está de acuerdo con que el edificio del antiguo Hospital Provincial San Sebastián pase a denominarse escuetamente El Hospital, a secas. He oído alguna somera crítica a la elección de esta nomenclatura, pero ha sido liviana y sin trascendencia. El Gobierno regional es el propietario de la futura Ronda Sur, que está financiando, y por tanto de todos sus tramos, incluido el único puente que esta circunvalación contempla sobre el río Guadiana. Bien distinto es que, por deferencia, la Junta se dirigiese al ayuntamiento para pedirle su parecer, como así hizo. Si así lo hizo es porque tenía interés en conocer la opinión de la corporación municipal. Con lo que cuesta que los concejales pacenses se pongan de acuerdo en algo y, mira por donde, lo hicieron. Tiene razón el alcalde, Ignacio Gragera, poco dado a las polémicas baldías, cuando se lamenta de la decisión unilateral de la Junta, pues aunque el nombre del soso puente no deja de ser una anécdota, no lo es que no se haya tenido en cuenta la opinión municipal, que el propio gobierno autonómico solicitó y que no ha tenido la deferencia de respetar. En una novela, semejante desprecio habría merecido una cachetada con guante y un duelo al amanecer.

Lo que parece claro es que todos los nombres propuestos han querido subrayar la relación de Badajoz con Portugal, por ser precisamente el más cercano, de los construidos, al país vecino. Perdón, no ha sido unánime, pues en las redes alguien ha cuestionado que se tenga este detalle con los portugueses, cuando, en su opinión, ellos tienen pocos con los pacenses. Se le podría contestar con muchas razones, pero solo hay que pasear por las calles, supermercados, centros comerciales, gasolineras y clínicas sanitarias de Badajoz para comprobar la relación con los vecinos lusos, que a diario cruzan la Raya para consumir y disfrutar de esta ciudad extremeña. Se llame como se llame el nuevo puente está justificado que se brinde a Portugal. Eso sí, con algo más de originalidad que una fecha que ya da nombre a otro puente, el de Lisboa, singular y emblemático. Por aquello de que hay comparaciones ridículas, más que odiosas.