Sin cocos en los puestos de comida, con control de acceso en la portada y mensajes del responsable de la tómbola El Maño pidiendo, por favor, que se guardase la distancia de seguridad. Así ha comenzado una Feria de San Juan, la primera desde que apareció el coronavirus, marcada por las restricciones sanitarias.

Su inauguración ayer fue el primer acto oficial de Ignacio Gragera como alcalde, de momento en funciones. Estuvo rodeado por una ristra de representantes públicos entre los que no se encontraba Francisco Javier Fragoso, pero sí varios de los concejales que permanecerán en el equipo de gobierno (Carlos Urueña, Paloma Morcillo, Alejandro Vélez, Jaime Mejías, Antonio Cavacasillas…), miembros de la oposición (Ricardo Cabezas, Erika Cadenas) e incluso diputados autonómicos como su compañero de partido, David Salazar, o el líder del PP en Extremadura, José Antonio Monago.

Gragera, al lado de una sonriente Lara Montero de Espinosa, a quien la mascarilla le tapaba la boca pero no los ojos, se mostró feliz por el inicio de las fiestas «después de tantos y tantos meses de pandemia, de no poder disfrutar, no ya de los grandes eventos de la ciudad, sino de nuestra vida cotidiana» y deseó que la capital pacense siga siendo el «motor económico y cultural de la región».

A San Juan le costó volver a Badajoz, y no solo metafóricamente hablando. Las negociaciones entre feriantes y ayuntamiento fueron complicadas al principio, pero finalmente llegaron a un acuerdo y el viernes todo estuvo listo, salvo el enchufe de las luces. Cuando Ignacio Gragera apretó el botón que encendería la portada, esta siguió como si nada hubiese pasado. Tras el desconcierto inicial de los allí presentes, un técnico solucionó el problema en apenas unos segundos y, ya sí, Puerta de Palmas iluminó el ferial de Caya, con las correspondientes risas nerviosas del nuevo regidor y sus acompañantes.

Tímido arranque

La primera noche, según los feriantes, fue «floja». No supuso una decepción, puesto que apuntan que el inicio de cualquier feria normalmente suele ser así, pero algunos creen que las bajas temperaturas, la amenaza de lluvia y la falta de casetas de baile pudieron influir todavía más. «La feria no es feria como quien dice, pero hay que esperar un poquito hasta que la gente se vaya adaptando», apunta María José Alcaraz, del Gusano Loco. El mal tiempo también afectó al concierto inaugural del festival Badajoz Suena, a cargo de La Oreja de Van Gogh, pues el aforo, que ya de por sí estaba reducido, no se completó.

Concierto de La Oreja de Van Gogh. S. García

Los responsables del acceso, que se controlaba mediante la entrega de tarjetas, dieron también fe de la escasa asistencia, sobre todo cuando avanzaba la noche, pues, teniendo en cuenta que el aforo del recinto es de 3.500 personas, nunca estuvieron cerca de cerrar el paso a nadie. El perfil del público, además, fue cambiando según pasaron las horas. De familias con niños (algunas aguantaron pasadas las once de la noche) a jóvenes que, a falta de botellón, decidieron darse una vuelta y cenar en los puestos de comida.

Confianza

Aun así, los feriantes esperan que los pacenses se animen poco a poco a acercarse al recinto para disfrutar de unas fiestas ansiadas por todos, pero todavía más por aquellos cuyo sustento depende de ellas.

El hijo de Alcaraz, por ejemplo, tuvo que dedicarse a otra cosa durante la pandemia. San Juan ha sido la primera feria que ha hecho desde que todo se paró en marzo de 2020. Cree que, de no haberse celebrado, no habría podido sobrevivir: «No hay quien aguante estar tanto tiempo así, por muchos ahorros que tengas».

Paqui Vega también llevaba sin trabajar en este sector desde que empezó la pandemia. «Son muchos meses sin que entre ningún ingreso en casa. Las ayudas no dan para mantenerse y lo hemos pasado mal algunas veces, así que esperemos que la cosa vaya a mejor ya».

Su familia decidió esperar a que las restricciones les permitiesen volver a viajar con su tren de la bruja -«nuestro oficio es la feria»-, al contrario que Rafael Soria, que aprovechó su carné de camión para sobrevivir hasta que hace tres meses por fin pudo retomar la actividad gracias a las ferias de Andalucía. «Desde entonces no he parado, pero he estado un año y medio sin hacer nada y me he tenido que dedicar al transporte». De momento prefiere Extremadura, ya que las medidas sanitarias aquí, asegura, son algo más flexibles.

Una niña devuelve la tarjeta que se entrega al entrar. S. García

Verónica Cordero, que gestiona la pista de coches de choque El Naranjo aunque también echa una mano a sus familiares de la noria, hubiese preferido que ampliasen un poco el aforo, pero tanto ella como el resto de feriantes están, en general, contentos con el acuerdo al que se llegó con el ayuntamiento. «Nosotros nos adaptamos a lo que sea, esto es lo que hay», dice Alcaraz. «No podemos pedir otra cosa teniendo en cuenta cómo estábamos», añade Vega