El expresidente del Gobierno Felipe González afirma, al recordar cómo fue su despedida, que el día que tuvo que dejar la Moncloa se sintió «liberado». Tanto, que le costó volver a retomar la actividad pública y atender las numerosas invitaciones que recibió para asistir a distintas comparecencias, conferencias y debates. Al contrario de lo que cuentan algunos políticos cuando su mandato termina, su teléfono no dejó de sonar. Pero se sentía «liberado» y necesitaba disfrutar de esa «liberación».

No va a ser el caso del todavía alcalde de Badajoz, Francisco Javier Fragoso, al que le quedan justo 15 días para dejar la alcaldía y otros pocos más para abandonar el ayuntamiento, donde ha sido 26 años concejal y más de 8 alcalde. Toda una vida. Llegó siendo un jovenzuelo y se marcha rozando el medio siglo, con casi las mismas hechuras pero con muchas más canas y un dominio constatado de los intríngulis de la gestión municipal. Fragoso no se puede sentir liberado porque en esta casa se desenvuelve como pez en el agua. Cogió el testigo que su antecesor, Miguel Celdrán, le puso en bandeja con una mayoría aplastante y ha ejercido de máximo representante de la ciudad dentro y fuera con pleno dominio del papel que le tocaba jugar.

Fragoso no pasa desapercibido, le gusta dejar su impronta. Lo hace en los plenos del ayuntamiento, donde no hay punto del orden del día en el que no intervenga, para desesperación de la oposición, que lo acusa de jugar con ventaja. Y lo ejerce en las comparecencias y actos públicos. Fragoso no puede creerse liberado cuando deje la alcaldía porque se siente hecho a medida para el cargo. Ni siquiera estos dos años en los que ha tenido que estar al frente de un gobierno de coalición, ha repartido funciones. A sabiendas de que era el último tramo, podría haberse relajado. Al contrario. Nada de ser un ‘medioalcalde’, como lo califica el grupo socialista, en un intento de desacreditarlo. Ha sido alcalde entero y ha ejercido como tal, consciente de sus potestades.

En la mitad de legislatura que le ha correspondido, ha seguido ejerciendo de alcalde omnipresente y omnipotente, sabedor de que domina las reglas del juego. Ahora le toca dejar el sillón. Se aproxima el día y quiere apurarlo hasta el final. Tomó posesión el 15 de junio de 2019 y va a dimitir el 15 de junio de 2021. Con lo cual, su sucesor, Ignacio Gragera, no podrá ejercer dos años justos, pues el pleno para su investidura se convoca en los 10 días (hábiles) siguientes a la renuncia. Parecerán insignificantes, pero es el detalle. Fragoso no lleva bien no poder terminar el mandato y lo ha reconocido. Puede repetir mil veces que no se va por la puerta de atrás, pero no es la puerta por la que le hubiese gustado marcharse. Hace dos años nadie habría imaginado que su partido sería capaz de repartir la alcaldía con otro con tan poca representación municipal, con tal de asegurarse el gobierno en la mayor ciudad de la región, y evitar así que lo hiciese el PSOE, que ganó las elecciones.

Repite Fragoso hasta la saciedad que no se le caerán los anillos si tiene que regresar a la Facultad de Económicas a dar clases. Vivir para ver. También dijo Juan Carlos Rodríguez Ibarra que volvería a la universidad y estaría bien saber si terminó algún temario. Seguro que se le llenaba el graderío.

A Fragoso le queda el Senado y está por ver si la presidencia provincial del PP, pues le han salido competidores que quieren luchar para derrocar a la vieja guardia. Los pocos días de alcalde los va a disfrutar. No va a dejar huérfana ninguna comparecencia que ataña al ayuntamiento. Hasta para anunciar que no hay clausura de las Escuelas Municipales Deportivas, «la joya de la corona» como él las llama, convocó a la prensa. Intenta agilizar proyectos pendientes para dejar constancia de su rúbrica y ha puesto fecha a la 40 Feria del Libro, pocos meses después de la anterior edición, para que le sirva de despedida, por la puerta principal.