El herido que sigue en la UCI se encuentra estable

Okupa del estadio pacense José Pache: "Con los incendios, aquí no duermes tranquila nunca"

Las ruinas del estadio José Pache cobijan a okupas fijos y otro que van y vienen, con seguimiento de Servicios Sociales

Una de ellas, Sali, cuenta lo que vio la noche del fuego y por qué está allí

Vídeo | Los okupas del José Pache de Badajoz hablan de su situación

Santiago García Villegas

Ascensión Martínez Romasanta

Ascensión Martínez Romasanta

Las ruinas del José Pache funcionan como una corrala de vecinos, no todos bien avenidos, unos fijos y otros que van y vienen. La noche del lunes prendieron fuego en la entrada de una de las estancias okupadas y dos hombres resultaron gravemente heridos como consecuencia del fuego. Un afectado, de 52 años, fue traslado en helicóptero a la Unidad de Grandes Quemados de Getafe y otro, de 58, permanecía ayer «estable dentro de la gravedad» en la UCI del Hospital Universitario de Badajoz. También estaba previsto su traslado a Getafe. Son Alan y Jairo. Llevaban desde septiembre malviviendo en este estadio fantasma.

Sali vio el fuego. Esta joven vive en el José Pache desde hace un año. Se marchó del hospital y se dirigió a la estación de autobuses, donde otras personas sin hogar le ayudaron, según cuenta. «Aquí vivir es difícil porque no hay luz ni agua, en invierno, con la humedad, no se nos van los constipados, y con los incendios, aquí no duermes tranquila nunca», se lamentaba ayer.

Juanito y el Sevilla llevan 30 años en estas instalaciones. Ya lo estaban antes de que el campo de fútbol se abandonase a su suerte hace 10 años. «Ellos son los inquilinos de verdad». Sali no sabría decir cuántas personas viven en estas ruinas, «porque entran y salen». Las edificaciones se separan en tres espacios «para poder convivir los de abajo con los de arriba porque andan en peleas». Es una manera de protegerse. «Para dividir los que entran y los que salen, porque aquí de noche, sin luz, son personas que están enganchadas a la droga». Donde se aloja Sali es la parte del medio, con cuatro ‘casas’. En la de arriba están el Tono, la Susana, la Nuria y el Marcos. Abajo vivían Jairo y Alan. En otra estancia tiene sus cosas Miguel. En el extremo del todo, Ezequiel, que no ha vuelto desde octubre y ha dejado solos a ocho perros, que Sali alimenta, pero no les puede dar agua porque la entrada está cerrada con vallas.

El mismo día del incendio se pasó el trabajador social que está pendiente de ellos. Sali aún no ha ido a su despacho.

La noche del lunes, ella olió a lumbre. Vio ardiendo un montón de tablas y avisó a Miguel para que lo apagase con arena. «Yo no puedo porque soy asmática». Así lo hizo. Se metieron dentro y al salir vio el fuego en casa de Jairo. Salió corriendo y avisó a Miguel para que sacara al perro. Juanito llamó a la policía. Vio a Alan en el exterior, con quemaduras, y se llevó a su perro, que logró salvarse. Sali no sabía ayer qué había pasado con Alan ni la gravedad de las heridas de ambos.

Esta joven no se queja de la vida que lleva. «Yo vivo bien, a mí me da igual, estoy luchando por una casa de la Junta de Extremadura y como no tengo dónde vivir, me quedo aquí». Además de Servicios Sociales, reciben ayuda de Cruz Roja, los lunes y jueves, en la estación de autobuses, donde les dan cena, Cola Cao, café, mantas y ropa de abrigo.

Sali ha pasado por dos centros de rehabilitación. Reconoce que el problema de los que viven entre estas ruinas es la droga. «Completamente, si no fuese la droga no estarían aquí». No quiere hablar más. Dice que es antisocial. «Pido que a las personas que están enganchadas se las trate con dignidad».