pese a las trabas de la época, consiguió abrirse paso junto a su marido

Medio siglo marcando tendencia

Estrella Maia comenzó en el mundo del textil con 16 años para seguir los pasos de su abuela. 50 años después continúa regentando uno de los negocios más tradicionales de la ciudad, la boutique ‘La Gitana’

Trabajo y constancia. Estrella Maia en su negocio de la calle Juan Carlos I.

Trabajo y constancia. Estrella Maia en su negocio de la calle Juan Carlos I. / Santiago García Villegas

Es imposible pasar por la calle Juan Carlos I y no fijarse en el escaparate de ‘La Gitana’, que sigue siendo tan colorido y deslumbrante como hace 40 años, cuando Estrella Maia y su marido decidieron abrir esta boutique que «lleva toda la vida» en este lugar céntrico de la ciudad.  

Aunque su trayectoria profesional comenzó diez años antes, al poco tiempo de casarse, Maia y su recién estrenado marido emigraron a la Costa Brava donde estuvieron trabajando un par de años en el negocio textil. 

Después de su experiencia en Cataluña volvieron a Badajoz donde Estrella decidió continuar con el oficio de su abuela, que se dedicaba a la venta de telas. «Prácticamente yo he echado los dientes en este mundo», asegura. 

Recuerda que se pateaba Barcelona con su marido, en busca de mercancía para traer a la ciudad, en una época en la que no era «nada fácil hacer estas cosas y menos siendo gitano», dice. Iban a donde fuese necesario. «Buscábamos entre los mejores diseñadores, mirábamos los ‘show rooms’ que tenían», todo con tal de encontrar los mejores géneros, «terminábamos hasta con ampollas en los pies», comenta. 

Al principio traían restos de serie. «Unas prendas que tenían una calidad diferente a lo que se vendía aquí». Y de eso se dieron cuenta las clases pudientes de Badajoz, ya que se empezó a «correr la voz» y acudían con asiduidad a la casa que Estrella tenía en el Casco Antiguo. Las clientas entendían que «todo lo que yo traía era bueno», además «a las personas adineradas les gustaban los chollos y sabían que en mi negocio podían comprar a 5 lo que en otros lugares se ofrecía a 15», apunta. No obstante, la diferencia de clases hacía que las clientas llevaran bolsas vacías de las marcas más prestigiosas de la época para introducir la ropa que le compraban a Estrella. 

Todo lo que este matrimonio vivió en la década de los 70 fue lo que además del impulso, le otorgó a la boutique de Estrella el nombre que tiene a día de hoy. Asegura que cuando las clientas se referían a su tienda la nombraban como la ‘boutique de la Gitana’. «Un nombre que nos gustó y que decidimos mantener», explica. 

Sin embargo, Estrella cuenta que no todo fue un camino de rosas, ya que «el motivo étnico» ha hecho que tengan numerosos tropiezos. «La gente no entendía como dos gitanos podían avanzar en la vida de forma honrada y trabajadora». De hecho, «Hasta la policía nos vigilaba. Mucha gente ha intentado hundir nuestra vida y nuestro negocio». 

«Las propias clientas fueron las que le pusieron a mi negocio el nombre que tiene», explica

La empresaria afirma que han tenido muchos problemas burocráticos, hasta el punto de que «el banco no nos quería dar el dinero» para comprar el local de la calle Juan Carlos I. Pero gracias a la «valentía de mi marido y la confianza del dueño, que nos ayudó a pagarlo, pudimos hacer realidad lo que era el sueño de nuestra vida». 

Con mucho esfuerzo montaron una tienda «muy grande» en la que han llegado a trabajar hasta 11 personas, puesto que dispone de dos plantas y dos espacios en la parte baja. Ahora, Estrella está sola, ella es la que atiende y espera que siga siendo así durante muchos años, porque «tengo ya la edad para jubilarme, aunque no quiero. Mientras esté bien seguiré luchando para que mi negocio siga adelante». Además, señala que para ella «es una distracción y una forma de afrontar la vida» desde que hace cuatro años perdiera a su marido, reconoce emocionada al recordarlo. 

Asimismo, no puede evitar sentirse «un poco apenada», ya que le gustaría que alguien de su familia tomara el relevo generacional y siguiera con el legado que fundó hace cincuenta años. «Este negocio necesita la sensibilidad de una mujer». Explica que ellas mismas son las que adaptan los vestidos de «los mejores diseñadores» al cuerpo de sus clientes. «Tengo una hija y una nieta que quizás pueden seguir mis pasos», aunque la última «va a entrar ahora en la universidad, convirtiéndose en una de las primeras gitanas de Badajoz que lo hagan», dice orgullosa la abuela. «Primero prefiero que estudie, lo que venga después es secundario», concluye.