LAS RELIGIOSAS ALERTAN A LOS COMERCIANTES DEL BARRIO ANTE EL FRAUDE

Una mujer estafa a varios negocios del Casco Antiguo de Badajoz en nombre de Las Descalzas

Simula en una llamada que es la abadesa del monasterio y luego acude a por el pedido. Con este engaño ya ha conseguido llevarse 100 euros en medicamentos de una farmacia y 25 euros en productos de una carnicería

El cartel colocado por Las Descalzas en la puerta del convento para alertar del fraude.

El cartel colocado por Las Descalzas en la puerta del convento para alertar del fraude. / ANDRÉS RODRÍGUEZ

Belén Castaño Chaparro

Belén Castaño Chaparro

Con un cartel en las puertas de su convento, las monjas Clarisas Descalzas de Badajoz advierten del fraude que desde hace unas semanas se está cometiendo en su nombre en negocios del Casco Antiguo. Una persona llama por teléfono fingiendo ser la abadesa del monasterio y comunica al establecimiento que enviará a una persona a recoger un pedido, que se compromete a abonar ella misma posteriormente. A los pocos minutos, una mujer entra en el local y dice que va de parte de las monjas. Los responsables de los establecimientos, confiados, entregan a cuenta la mercancía, pero al pasar los días y reclamar la deuda, se percatan de que han sido engañados. Con este método, la mujer ha conseguido llevarse ya 100 euros en medicamentos de una farmacia de la calle Francisco Pizarro y otros 25 euros en carne de una carnicería de la calle De Gabriel. También, según las religiosas, ha estafado a una panadería y lo ha intentado en una empresa de butano, a la que llamó haciéndose pasar por la abadesa para encargar tres bombonas, que no le entregaron porque un vecino la escuchó hablar por teléfono en la calle y alertó a los empleados del negocio.

Para hacerlo todo más creíble, la mujer realiza la llamada mientras suenan de fondo campanas, para simular que está en el convento y comenta, con prisas, que necesita el pedido y que irá a pagar más tarde, porque tiene misa.

«Estamos pasándolo mal y nos compadecemos de los vecinos que han sido estafados», asegura a este diario una de las religiosas de Las Descalzas, que tuvieron conocimiento de lo que estaba ocurriendo a finales de diciembre, cuando desde la farmacia le comunicaron al hombre que habitualmente les hace los recados que tenían una deuda pendiente de 100 euros. «Somos muy queridas en el barrio y lo normal es que se lo den, como haría yo si no fuese una de las monjas», reconoce esta hermana, quien lamenta que la presunta estafadora «no lo haya pedido si tenía necesidad». 

A Las Descalzas les duele que utilicen su nombre para cometer un fraude, pero sobre todo que alguien se esté aprovechando de la buena fe de los comerciantes del barrio. Por eso, han querido dar la voz de alarma para ponerlos sobre aviso: «que no den a nadie nada son avisarnos previamente por teléfono», piden. Las religiosas recuerdan que solo el hombre que desde hace años las ayudas con los recados y, excepcionalmente, ellas mismas, en caso de que tengan que salir por algún motivo médico, acuden a los establecimientos a comprar para el convento. Por la descripción aportada por sus víctimas, la presunta estafadora es una mujer de unos 40 años, con buena presencia, voz «dulce» y «muy educada».

La farmacia de la calle Francisco Pizarro es el negocio donde, hasta el momento, se tiene constancia de que la mujer actúo por primera vez. La presunta estafadora entró, aprovechando que había muchos clientes y un solo empleado y pidió medicamentos para las religiosas. En un primer momento, el trabajador se negó a proporcionárselos, sino llamaban desde el convento. Entonces, ella pidió el número de teléfono de la botica y se marchó. Cinco minutos después sonó el teléfono. «Era supuestamente la abadesa y le dijo a mi compañero que no podía salir en ese momento, que le diera los medicamentos a las chica que había mandado y que no se preocupara que ella misma se pasaría al día siguiente a pagarlos», ha explicado Brígida Romero, empleada de la farmacia. Confiado, porque la mujer «tenía buen aspecto, era educada y no había nada sospechoso», le entregó los fármacos.

También Pedro, de la carnicería Comercial Martín, recibió una llamada presuntamente de la abadesa para que despachara 25 euros en carne a una mujer que se pasaría por su negocio. Mientras hablaba con ella escuchaba unas campanas sonar. «Me dijo que se pasaría luego ella a pagar y a los 5 o 10 minutos, se presentó una chica, muy bien vestida, diciendo que venía de su parte». Le dio los alimentos y el ticket quedó pendiente de abono. Y hasta la fecha. «Si me hubiera dicho que necesita un kilo de filetes, se los hubiera dado con gusto, si los necesita. Lo que me molesta es el engaño y que vaya dando el nombre de las monjas». 

Pedro cree que la mujer tiene alguna cómplice y que es otra la que llama por teléfono. «Por la voz, creo que hay otra persona más», asegura. 

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