Apenas cuatro días han durado las flores de temporada que los operarios de Parques y Jardines plantaron el pasado viernes de la plaza de Santa María, junto al Museo de la Ciudad Luis de Morales, para la Noche en Blanco. Este lunes por la noche las han arrancado y esparcido todas por la propia plaza. Los vecinos del entorno se han encontrado este martes con las jardineras vacías y las flores y la tierra por el suelo.

"Es lamentable que por culpa de cuatro gamberros no podamos tener ciertos espacios de la ciudad decentes y bonitos", criticó el concejal de Medio Ambiente, Jesús Coslado, quien ha explicado que ya se ha puesto en conocimiento de la Policía Local lo ocurrido para que trate de localizar, a través de las cámaras de videovigilancia, a los autores de los destrozos "para que se les sancione y paguen los desperfectos".

Esta gamberrada no es un hecho aislado. Según denuncian los vecinos del entorno de la plaza de Santa María, cada noche se reúne un grupo de jóvenes en este espacio, que se dedican a cantar, tocar las palmas y gritar hasta altas horas, perturbando su descanso. Los arriates amanecen llenos de basura (latas de bebidas, cajas de comida rápida...) y juegan al fútbol "haya o no gente pasando por allí", por lo que más de un transeúnte ha recibido un buen balonazo.

"Encima no les puedes decir nada", lamentan los vecinos, que cuando les han llamado la atención por su comportamiento incívico han sufrido sus represalias. "Llaman a nuestros telefonillos por las noches y hasta dejan palillos dentro para que siga sonando, por lo que hay gente que ha optado por desconectarlos", explican.

Los residentes reclaman más presencia policial para poner coto a la impunidad con la que actúan estos jóvenes, pues aseguran que hasta la fecha "no se ha hecho nada" para acabar con estos problemas de convivencia.

Por otro lado, también se ha producido otro acto vandálico en la plaza de Santiago Arolo, en San Roque, donde han arrancado de cuajo una farola y la han dejado tirada en el suelo.

Farola arrancada en la plaza de Santiago Arolo, en San Roque. LA CRÓNICA