Encontrar una vida mejor, ese es el principal objetivo con el que los refugiados salen de sus países de origen y tratan de escapar de las dificultades que viven en ellos. Mali, Senegal, Marruecos, Siria, Costa de Marfil, Mauritania, Gambia o Ucrania son algunas de las nacionalidades de las personas a las que Cruz Roja asiste con el programa de ayuda humanitaria o con el sistema de acogida para solicitantes de asilo en Badajoz y Olivenza. Precisamente esta labor social es la que la organización ha querido poner en valor y transmitir a la sociedad pacense con un acto celebrado este lunes en el paseo de San Francisco con motivo del Día Mundial del Refugiado.
Durante la jornada, se realizaron talleres de chapas y henna, un banco de realidad virtual donde se podía ver un campamento de refugiados con partes destruidas y un trivial con preguntas y conceptos relativos al asilo, a los prejuicios y a los mitos sobre las personas migrantes. Además, se crearon carteles con información del país, del conflicto que atraviesa y experiencias de algunos usuarios de la organización que están en Badajoz, mientras que otros dieron su testimonio a los asistentes en el acto.
Uno de estos casos es el del senegalés Elimane Ndiaye, de 35 años, que llegó hace cinco meses después de estar en canarias y está como refugiado político. Al igual que muchos, viajó en patera, algo que no aconseja a nadie porque «no se imaginan lo duro y peligroso que es». Sin embargo, tuvo que hacerlo para salvar la vida. Atrás dejó a sus padres, a su mujer y a sus dos hijos, con los que habla a diario por Whatsapp. Su sueño es conseguir un trabajo para ayudar a su familia y volver a Senegal.
Otra refugiada es la georgiana Tamar, de 37 años, que vive con sus dos hijos en la ciudad desde hace dos años y seis meses, tras dejar su país al ser víctima de violencia de género. Trabaja como modista y, a diferencia de Ndiaye, no quiere volver a Georgia porque Badajoz es una ciudad tranquila y le gusta la gente.
Por otro lado, sus 54 años TatianaReznik lleva dos meses en Olivenza con su hija, su yerno y sus cuatro nietos a la espera de un quinto. salieron de una localidad cercana a Odessa, atravesaron Europa y acabaron en el municipio oliventino, el cual consideró que era «precioso».