Es ‘un culo de mal asiento’, alérgico a mantenerse quieto en la ‘zona de confort’ y además no le asustan las condiciones climatológicas extremas, al contrario. El pacense Jose Trejo (Badajoz, 1970 ) se ha embarcado en una nueva aventura polar, que esta vez lo llevará a Spitsbergen (originalmente Spitzberg), la isla más grande del archipiélago de Svalbard,  situado en el océano Glaciar Ártico, en la parte más septentrional de Noruega, a solo 1.000 kilómetros del Polo Norte. Esta vez no estará solo, como cuando cruzó el lago Baikal, en la Siberia rusa. En este nuevo viaje, que prevé iniciar a primeros de abril, lo acompañarán dos vascos: Gontzal de la Hidalga (Bilbao), Jorge Gorrosari (Vitoria).

La expedición lleva por nombre ‘Spitzberg 80 22’ en honor a los expedicionarios extremeños de 1980. El origen de esta nueva aventura tiene su historia. En 2011, un desconocido que viajaba con chófer se puso en contacto con Trejo porque había leído uno de los reportajes de su trabajo en Groenlandia, donde lleva 10 años trabajando como guía. Quería que lo acompañase a Svalbar porque participó en los 80 en una expedición. Años después llegó a sus manos información de los exploradores extremeños y se puso en contacto en Badajoz con el jefe de aquella aventura: Santiago Brun, y su mujer, María Gemio. En 2020 se cumplían 40 de aquel viaje y tras volver del lago Baikal, aprovechando su difusión, los invitó a una charla, en la que les presentó un proyecto para homenajear a aquellos pioneros extremeños. Pero la pandemia ha retrasado esta iniciativa dos años. Tendría que haber sido ‘80 20’.

Osos polares

El pacense tenía claro que ir solo a Svalbar sería «un suicidio», porque este destino «es un terreno muy complicado», ya que implica la presencia de osos polares y pasar por grietas en glaciares. Le propuso el proyecto a un compañero vasco, Jorge Gorrosari, con el que ha trabajado en Groenlandia y con el que ha explorado varios glaciares . Curiosamente, al tercero del equipo se lo encontró «de frente» en el lago Baikal. Hay que tener puntería. Antes de esta aventura, alguien (Gontzal de la Hidalga) lo llamó pidiéndole información para gestionar la Visa rusa. La necesitaba porque quería ir con otro compañero al lago Baikal. Cuando supieron que ambos iban al mismo lugar, se expresaron el deseo mutuo de coincidir en algún momento. «Cruzarse en el lago Baikal es como buscar una aguja en un pajar, es como irse de Badajoz a Logroño, como para encontrarnos», cuenta ahora el pacense.

Casualmente, dos días después de aquella conversación, Trejo vio «dos siluetas de frente con símbolos de marcas vascas». No podían ser otros y al topar con el primero de ellos le dijo: «Doctor Livingstone, supongo», como aquel explorador en las cataratas de Victoria que buscaba al médico «y yo lo relacioné, porque encontré la aguja en el pajar». Siguieron en contacto telefónico y cuando el pacense comentó al vasco que quería ir a Svalbar, le respondió que tenía los mapas sobre su mesa porque siempre ha querido realizar esta expedición. Gontzal entró directamente en el equipo. Había un cuarto integrante que se ha lesionado y no podrá acompañarlos.

Dos vascos y un extremeño. Jorge está considerado como «la élite de espeleología» en el País Vasco y tiene mucho bagaje en alta montaña y Gontzal ha participado en numerosas expediciones. El pasado fin de semana se han juntado para poner en común «todas las claves», pues los tres no habían coincidido nunca. Además de hablar, escalaron el pico más alto de Gredos, el Almanzor, algunas de sus partes en hielo, con rampas de nieve, cargados con bastante peso para comprobar en qué forma física está cada uno. Esta ‘quedada’ estaba prevista en 2020, el 14 de marzo, justo el día en que se decretó el confinamiento por la crisis sanitaria «y nos metieron en la cárcel, que es la sensación que a mí me ha dado siempre». Tuvieron que posponerla, hasta ahora.

Se van en abril porque en marzo, como es el Alto Ártico, no hay muchas horas de luz. Calculan que el viaje durará casi un mes, con una distancia de 240 kilómetros para una travesía polar estilo nórdico, con esquís especiales y trineos para cargar los equipos de supervivencia (comida, ropa y el campamento para poder vivir en la nieve a temperaturas muy bajas, entre 30 y 40 bajo cero). Cada uno cargará con 60 kilos en condiciones extremas y peligrosas.

Partirán de Longyearby (capital de Svalbard) hasta un poblado fantasma ruso, Pyramiden, cuya montaña escalarán. Cuenta Trejo que siempre le ha atraído esta localización. Se trata de una ciudad fundada por suecos a principios de siglo y vendida en 1927 a la compañía minera estatal de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), que la diseñó como un poblado modelo, un experimento social para un millar de habitantes, que se dedicaban a extraer carbón de un yacimiento cercano. Tiene teatro, piscinas climatizadas, hoteles, escuelas, hasta invernaderos. La extracción del mineral dejó de ser rentable y la ciudad fue abandonada en 1998 como si hubiese ocurrido una catástrofe nuclear. Está intacta. En esta expedición grabarán un documental para el que cuentan con una productora que se encargará del montaje.

Con armas

«No sabemos exactamente el terreno que vamos a pisar, por acumulación de nieve, problemas con el hielo, estaremos cerca de la costa y los osos polares viven en el mar», cuenta Trejo. Por eso van tres, «para poder montar guardias y estar más pendientes unos otros». Llevarán armas y tendrán que dormir con una defensa perimetral alrededor de la tienda de campaña, con bengalas que se lanzarían si un oso tocase sus hilos para así despertarlos. Solo contarlo asusta a cualquier persona ajena a este mundo. «No lo hacemos por ego, sino por conocimiento; no es ni un reto, es la curiosidad de poderlo hacer». Para ello es imprescindible que los protagonistas se sientan plenamente capaces de seguir adelante.  

La ruta que van a trazar no coincide con la de los pioneros extremeños en 1980, que estuvieron en la misma isla de Svalbard pero algo más al norte, donde escalaron varias montañas. El motivo de no poder acercarse hasta donde ellos pisaron es que necesitan un permiso del gobernador complicado de obtener porque es un área protegida a la que solo acceden científicos. Hace 40 años había menos limitaciones.

Jose Trejo. LA CRÓNICA DE BADAJOZ

"No lo hacemos por ego, sino por conocimiento, no es ni un reto, es la curiosidad de poder hacerlo"

Para prepararse, cada uno de los tres tiene su rutina de entrenamiento. Trejo sale a correr en Tres Arroyos y arrastra ruedas para emular el trineo. Además ha estado escalando cascadas de hielo en Béjar con una mochila de 15 kilos a la espalda. Parten de la base de que su cuerpo reúne condiciones para afrontar este reto. Pero para este aventurero pacense el punto «clave» en una expedición de este tipo es «la cabeza», que es lo que tienen que entrenar. Para Baikal le costó 12 años. Iba solo. Ahora serán tres, dependerán unos de otros y deben tener la suficiente estabilidad mental y conocimientos del entorno y de autosuficiencia. Sus experiencias y ‘poderes’ individuales los ayudarán a alcanzar una meta compartida. Para Trejo, este reto es un entrenamiento para el siguiente, que será superior, y así ir sumando hasta llegar a su propósito definitivo: los Polos Norte y Sur.