Ocupan un lugar privilegiado en el cementerio Nuevo de Badajoz, el de Nuestra Señora de la Soledad, y llaman la atención porque son un grupo numeroso de tumbas idénticas a ras del suelo entre los altos bloques de nichos que las rodean. Se trata de 60 sepulturas bajo tierra, con tapas iguales de granito y ninguna tiene nombre ni rastro alguno de haber sido ocupadas. Todas están vacías, a pesar de que se construyeron en 2014, hace ya siete años, y de que el ayuntamiento pacense sigue levantando nuevos bloques, siempre en altura, para dar salida a la demanda año tras año.

El motivo de que no se hayan podido utilizar, según ha explicado a este diario la concejala de Cementerios, Paloma Morcillo, es que los cimientos de estas construcciones se vieron afectados por un seísmo, tras el cual se comprobó que no reúnen condiciones de seguridad y habría que reforzarlas. El movimiento de tierra se produjo en enero de 2018 y fue un terremoto (de 4,9 grados en la escala de Richter) con epicentro en la localidad portuguesa de Arraiolos, cerca de Évora, que se dejó sentir en Badajoz y en Mérida.

La amplia parcela que ocupan las 60 sepulturas se encuentra junto a la avenida principal del cementerio Nuevo, tras pasar la capilla, a la derecha. Están distribuidas en seis filas pareadas de 10 tumbas. Cada una de ellas tiene cabida para tres enterramientos superpuestos en altura. Si desde que fueron construidas alguien las ha procurado, no ha podido satisfacer su demanda. Morcillo asegura que no han suscitado demasiado interés en este tiempo. Se hicieron cuando era concejala de Cementerios Dolores Beltrán con una inversión de 192.000 euros. Se proyectaron con el convencimiento de que existía demanda para este tipo de enterramientos.

Cuando Morcillo asumió la concejalía se estuvo estudiando la forma de ponerlas a la venta y el precio, se revisó cómo estaban construidas y por el peso de la piedra había que adquirir una máquina para ayudar a los sepultureros. No llegaron a ofertarse. La concejala recuerda que el movimiento sísmico de enero de 2018 tuvo tanta repercusión en el cementerio de Nuestra Señora de la Soledad que se rompieron los muros de los aseos públicos, que permanecieron cerrados durante un tiempo hasta que el ayuntamiento acometió la obra para acondicionarlos. También se movieron los terrenos sobre los que se asienta la cimentación de este grupo de sepulturas y se comprobó que no eran seguras. Morcillo apunta que la situación en que quedaron requeriría una «obra importante» para poner en uso estas tumbas «porque corren riesgo». Desde la concejalía se han estado valorando distintas soluciones e incluso ha estudiado sepulturas de cementerios de otras ciudades. La responsable municipal asegura que siguen viendo cómo se pueden reforzar, pero como no les consta que exista «gran demanda», no la consideran una actuación prioritaria que además tendría un elevado coste. La solución podría pasar por anular algunas, dado que están muy próximas.

De momento el ayuntamiento no se plantean construir más tumbas en el suelo. En este cementerio no hay más sepulturas vacías y todos los panteones existentes ya tienen dueño. El terreno disponible en el camposanto «es el que es», apunta la concejala y por eso ya se está trabajando con el Gabinete de Proyectos en su ampliación porque solo queda espacio para 8 a 10 bloques más. De ahí que se opte por los nichos en altura (con columbarios en los laterales, cuya demanda se ha incrementado) en lugar de por las sepulturas, que ocupan más y no solucionan el problema porque aunque permiten 3 enterramientos, un cuerpo no se puede mover hasta que transcurren 5 años.