Fernando de la Fuente Postigo perteneció a la Legión, estuvo en la cárcel y fue adicto a las drogas. Ahora, tras dejar atrás esa vida, vende poemas a un céntimo en la avenida Juan Carlos I de Badajoz. En realidad lo hace por las calles de numerosas ciudades del país, según le lleve el viento, ya que, siendo madrileño, no tiene casa fija en ningún sitio, sino que se hospeda en albergues como el de Cáritas. «Soy todo lo ‘exmalo’ que hay, pero llegó un momento en mi vida en el que dije que eso se había acabado, y la única manera que me queda ya de vivir es así, porque no tengo familia ni ingresos. No tengo nada», cuenta.

Asegura que la capital pacense, donde hace cuatro años que no viene, es una donde mejor le va: «Badajoz curiosamente es un sitio que se me da muy bien. Después de haber recorrido casi toda España, aquí la gente responde, le gusta mucho la poesía y se paran porque les llama la atención la iniciativa».

Los vende a un céntimo como «reclamo publicitario», ya que sus clientes esporádicos siempre le acaban dando algo más, lo suficiente para cubrir sus pequeños gastos. Sus piezas literarias no solo se personalizan en función de lo que le pidan (muchas veces, las demandas están relacionadas con los nombres de seres queridos que recibirán el poema), sino que también suelen hacer mención a la ciudad en la que son creados.

Sus mayores inspiraciones provienen de escritores como Machado o Bécquer. El tiempo con el que cuenta para hacer la mayoría de encargos no suele sobrepasar lo que alguien tarda en tomarse un café, pero aun así dice que no le cuesta escribir: «Si te dedicas a algo que te gusta, pues al final es práctica. Llevo muchos años leyendo, y como la poesía es mi pasión, supongo que en un compartimento estanco de mi cabeza están los poemas y me van saliendo solos».