«No tengo tiempo». Esa puede ser la frase que más veces repita Curro Agudo Mangas en su día a día. Hace ya una década que este pacense de 53 años decidió dejar su empleo como electricista y dedicarse íntegramente al modelismo de todo tipo, bélico y civil: «Yo empecé como todo el mundo, montando avioncitos, tanquecitos, barquitos… porque me gustaba el tema. Alcancé un nivel en el que me empezaron a encargar cosas, y llega un momento en el que tengo tanto trabajo, que lo dejo todo para pasarme a esto profesionalmente», cuenta.

Gracias a Internet, hoy puede presumir de dedicarse a lo que más le gusta y de tener una larguísima lista de espera de clientes deseosos de que Curro les haga su maqueta. «Si ahora mismo dejase de coger pedidos, tendría trabajo para tres años», dice. Fue a través de Facebook como se empezó a dar a conocer. A cada foto que sube a su perfil le acompañan varios comentarios, bien de admiración, bien de interés por lo que sus manos hacen.

Entre la cartera de clientes que esta red social le ha brindado se encuentran algunos tan célebres como el escritor Arturo Pérez-Reverte. En 2019 le hizo una sección de un barco del siglo XVIII. «Fue una experiencia muy buena», cuenta en referencia no solo a lo que supuso trabajar para este particular tan especial, sino por la visita a su casa que le conllevó este encargo y que le hizo admirar en persona su amplia biblioteca.

Porque Curro no solo crea, sino que también transporta. A veces confía en que las empresas trasladen sus trabajos hasta la casa de sus clientes, pero en otras ocasiones es más complicado y tiene que ser él quien vaya en persona. Es lo que le va a pasar con un museo alemán que está en plena construcción y que «prácticamente lo voy a hacer yo», señala entre risas. Esta entidad fue la que adquirió el diorama de la batalla de Trafalgar que hizo hace 11 años, el más grande que jamás se ha realizado y el que le dio el impulso final que necesitaba. El tamaño de las maquetas que le van a encargar próximamente le obliga a tener que realizarlas por partes, enviarlas por separado y acudir él mismo a Alemania a montarlas.

Barco de la Segunda Guerra Mundial que ya tiene listo para entregar. S. García

Algunas alcanzan los 20 metros cuadrados, por lo que a este pacense no le va a quedar otra que cambiar por un tiempo su querido taller ubicado en pleno Casco Antiguo. A pesar de la tremenda cantidad de trabajo con la que cuenta, no se plantea mudarse a un espacio más grande. Prefiere alquilar un local y luego volver a trabajar en su lugar habitual, justo debajo de casa. Tampoco tiene en mente contratar a nadie. Tan solo su cuñado le echa una mano de vez en cuando, aunque no se tira allí las nueve horas diarias que Curro puede llegar a dedicar a la faena, incluyendo a veces fines de semana.

Internacional

Sus maquetas pueden presumir de viajar por todo el mundo, sobre todo Europa. No es políglota y tampoco se maneja demasiado con el inglés, «pero con el traductor de Google puedes hacer maravillas», cuenta divertido. El idioma no parece ser, por tanto, una barrera, porque muchos clientes incluso repiten.

Augusto Ferrer-Dalmau es uno de ellos. Con él precisamente acaba de colaborar en una iniciativa solidaria. Con el fin de recaudar fondos para el neuroblastoma infantil, la asociación NEN sortea un cuadro del famoso pintor de batallas donde aparece el navío español El Glorioso del que Curro ha hecho un diorama.

Es de los pocos encargos ajenos al trabajo que puede permitirse. Muchas veces, el problema no está tanto en la cantidad de encargos, que también, sino en la fecha de entrega de los mismos cuando van destinados a museos o exposiciones: «Voy apretado siempre. Es bueno, pero el problema de estas cosas es que con prisas no se pueden hacer porque son muy delicadas, tienes que prestarles mucha atención», dice poco antes de matizar que trabajar en lo que a uno le gusta no está pagado: «Sarna con gusto, no pica».

A pesar del tremendo nivel de profundidad al que ha llegado en su campo, nunca se ha planteado subir vídeos ilustrativos a las redes sociales o escribir un libro con los conocimientos que ha adquirido a lo largo de prácticamente toda su vida, porque empezó en esto cuando ni siquiera había alcanzado la mayoría de edad. El motivo está claro: «No tengo tiempo».