El arquitecto responsable de la rehabilitación de la fachada del convento de las Descalzas en Badajoz, Francisco Hipólito, defiende que «lo que hemos hecho está absolutamente meditado», como respuesta a las críticas que está suscitando esta actuación y que han dado lugar a la paralización de la obra por parte de Patrimonio. La Junta argumenta que el proyecto que aprobó la Comisión Provincial de Patrimonio no contemplaba la demolición ni la retirada de elementos, en referencia al derribo del tejadillo que cubría el altar de azulejos de la Virgen de la Amargura y la eliminación -prevista- del enrejado de esta misma capilla.

Reconoce HipóliTo que no hay un proyecto sino una memoria valorada «muy sucinta», por lo que le corresponderá informar a Patrimonio de que las modificaciones están justificadas. Según el arquitecto, el tejadillo y la reja son «un aparato formal que está descontextualizado, propio de la influencia de Andalucía y eso no es el Regionalismo, porque además el edificio no es regionalista». Aduce para explicar el derribo que el Plan Especial del Centro Histórico de Badajoz, en el capítulo referido a la protección integral, recoge como «obra admisible» la posibilidad de demoler «los cuerpos añadidos que desvirtúen la unidad arquitectónica original». A lo que añade que el tejadillo tiene un riesgo estructural porque en las catas han comprobado que detrás hay un vano y carece de suficiente anclaje.

Hipólito señala que estuvo más de tres meses investigando y ha realizado gestiones en cuatro bibliotecas de Badajoz (la Regional, Amigos del País, el Centro de Estudios Extremeños y el Archivo Diocesano) y en ninguna documentación revisada figura que Antonio Juez (como afirman las cofradías) es el autor de «ese aparato formal» que, según el responsable de la obra, «es impropio» de un edificio del siglo XVII. Sí está documentado, reconoce, que Pedro Navia es el ceramista de los dos altares (también el del Cristo de la Espina). Ambos datan de 1945 y su trabajo sí tiene valor. «Jamás hemos sopesado demoler las imágenes religiosas, nunca jamás» y así lo expusieron en una reunión con las juntas directivas de las cofradías, a las que explicó que se iba a dar «el mismo tratamiento» a ambas imágenes de la fachada y la del Cristo no tiene ni tejado ni reja.

Por encima de todo eso, el arquitecto sostiene que planteó distintas opciones a las hermanas clarisas y su decisión fue demoler los elementos que se «impusieron» a la propiedad en 1945 y que no tienen nada que ver con el siglo XVII. Hipólito aporta un documento firmado en esa fecha por la abadesa, Julia Doblado Lavado, sor Inmaculada de la Eucaristía, religiosa del monasterio Nuestra Señora de las Mercedes, donde «certifica» que en la fachada de la iglesia, la Hermandad de Nuestro Padre Jesús de la Espina y María Santísima de la Amargura colocó «sin permiso de las monjas» un retablo de azulejos, un tejadillo y una reja de forja. Con todo ello, el arquitecto quiere defender que nada de lo que se ha hecho o decidido ha sido improvisado. Con los mismos razonamiento podrían retirar los azulejos del Cristo y la Virgen, que sin embargo van a respetar, porque está documentado su valor por su autoría y la idea es dar el mismo tratamiento a ambas imágenes en la fachada, con un recercado del color del zócalo.

Ante las críticas recibidas, Hipólito lamenta que alguien se haya podido sentir herido y pide disculpas, «pero yo no tengo que trabajar desde un punto de vista religioso o mariano, sino como arquitecto», a lo que añade que tanto él como el arqueólogo José Antonio Espada, son miembros de la Comisión Provincial de Patrimonio «y tenemos mucha sensibilidad con estos temas». 

Tras tantos reproches que ha escuchado de muy diversa procedencia, el arquitecto aprovecha para hacer una petición: que se trasplanten los árboles que impiden contemplar este edificio monumental protegido.