El crítico de cine Diego Galán propuso en 2009 en El País que berlanguiano significara una situación caótica, esperpéntica y coral. Poco antes, el director de cine y académico José Luis Borau ya había solicitado que el adjetivo se incluyera en el diccionario de la RAE definiendo a Berlanga como alguien que «nos ha proporcionado una visión agridulce y conmovedora de nosotros mismos». El diccionario que acaba de incluir el término, no es muy explícito en su definición. Galán señalaba que España es berlanguiana, por lo que hay que acudir rápidamente a un análisis de la filmografía de Berlanga que nos ayude a entender cómo somos. Otro periodista, José Cano, considera como elementos sobresalientes la ironía, el humor negro «y una cierta ternura por la miseria moral de sus personajes». El actor Juanjo Puigcorbé dijo sobre lo berlanguiano: «dícese de la situación coral aparentemente caótica o esperpéntica donde los caracteres muestran o ponen en evidencia su monstruosidad sin categoría moral, pero de una forma vitalista». El catedrático Ríos Carratalá lo define como “lo insólito, paradójico, contradictorio, con componente humorístico y costumbrista”. Hay quien lo relaciona con el Spain is different de toda la vida o, incluso, con lo kafkiano. Parece claro que mucha gente hablando al mismo tiempo en una conversación sorda de lo que no saben, trastocando la realidad, situándola en lo esperpéntico y regado todo con una cierta dosis de humor negro es una situación berlanguiana. Y una España así sería la que convive con la mentira, sublima la falta de transparencia, exalta el catetismo ilustrado, intercambia los valores éticos, se ríe de las hemerotecas, echa la moral por los suelos, elige el timo de la estampita como juego favorito y construye un relato a medida de las circunstancias mientras los nuevos aburguesados, como en Plácido, eligen entre pobre de asilo o pobre de la calle o, como en La vaquilla, olvidan los principios para intercambiar tabaco o demuestran que los bandos solo son útiles para mantener en forma la estupidez o, como en Calabuch, a ver quién fabrica los mejores fuegos artificiales. Las crisis se afrontan con propaganda o con determinación. La primera es efímera e inútil mientras que la segunda solo está al alcance de líderes capaces que no buscan aplausos sino soluciones. La España berlanguiana es la de la corrupción blanca, la de los charlatanes de feria y la de los revolucionarios de salón. Para reír sino fuera, también, una España a palos.