«La enfermedad surge días antes de la Navidad de 2015. Haces tu vida normal y no piensas que te vaya a pasar. Noté un bulto en el pecho y fui a consultar más que nada para salir de dudas, pero una ecografía indica claramente que es cáncer de mama y hay que hacer biopsia. No te lo esperas, te supera; no estamos preparados para una noticia así», cuenta Manuela Monje, diagnosticada de cáncer de mama, cuyo tratamiento cuenta en el libro Karkinos su marido, el fotoperiodista Lucas Garra, que decidió ilustrar todo el proceso compartido por ambos y en parte por su hijo Lucas, de 13 años, desde que salieron abrumados con el diagnóstico y plasmó el momento y sus miedos en un selfi. Fue el inicio de Karkinos -nombre de un cangrejo gigante de la mitología griega-. El cáncer de mama no es tan rosa.

Vinieron meses de pruebas, de tratamientos, de noticias que se agravaban, «cuando deciden operar todo cambia al descubrir que es un triple negativo, el más agresivo». Fueron tiempos de dolor, de soledad, una soledad compartida pero cada uno con sus propios terrores. «No hay nada rosa en el cáncer, decidimos no vivirlo con el optimismo impuesto socialmente, con dulzura y una sonrisa. El miedo te atrapa desde el minuto uno y te marca para el resto de la vida. La realidad está muy lejos de esas campañas», afirman los dos.

«Me niego a creer que las mujeres que ya no están aquí se fueron porque no sonreían», añaden. Manuela sí le sugirió que en el libro llevara algo rosa, «pero yo no veo nada rosa», respondió él.

Tras el diagnóstico, la quimioterapia, después la radioterapia, el terror y la incertidumbre. Luego las revisiones. Van tres y no hay rastro del cáncer, pero recuerda Manuela que «la persona con cáncer siente la soledad; tienes un hijo y quieres tener una vida con él; te llegas a sentir culpable; no sabes qué va a pasar contigo», señala. Todo eso lo intenta transmitir Garra en sus fotografías, «la realidad sin edulcorar porque lo vivimos en primera persona; el cáncer te rodea», mantiene el autor.

«A él creo que le ha ayudado más que a mí; yo no era consciente de tantas imágenes. Le dije que sí porque ha hecho otros proyectos con personas ajenas y eso podía ayudarle a sobrellevarlo, con las imágenes, con gestos; las palabras que yo no podía transmitir las trasmite él con las fotos», explica ella. «Involucramos también al niño de forma terapéutica, porque era complicado que asumiera que su madre perdía el pelo, estar todo el día tumbada», señala Manuela. Su marido apostilla que «el día que la rapamos se hizo como un juego y fue él quien le cortó el pelo, para que le resultase menos traumático».

En la actualidad, a la emoción de lo que han superado juntos se une la satisfacción por su «granito de arena, un testimonio para quienes han pasado por ello y para quienes pasen en el futuro, por el interés suscitado, la acogida del proyecto y sus consecuencias positivas».

Lucas propuso primero hacer una exposición fotográfica, pero pronto se quedó pequeño el formato y adoptó el del libro que ha editado la Fundación CB, cuya venta se destinará a un trabajo de investigación de la oncóloga Raquel Macías, que tenía un proyecto sin financiar. «Leímos su tesis y decidimos que los 7.500 euros que se recauden serán para ese estudio que pretende adelantar la edad para hacer las pruebas de prevención, lo que puede evitar mucho sufrimiento», dicen.