Opinión | El embarcadero

La credibilidad

Ha sabido mantener una complicidad con el público que ha logrado que lo que Ana Blanco contaba en el telediario fuese creíble

A quienes hemos estudiado en una facultad de ciencias de la comunicación y hemos cursado materias como realización audiovisual o periodismo de televisión, siempre se nos ha puesto como ejemplo a profesionales del medio que han marcado hitos por su impecable trayectoria. La credibilidad, se nos contaba, era el valor más importante a la hora de contar el relato de la actualidad ante una cámara o un micrófono. Y una de esas profesionales, indiscutiblemente, es Ana Blanco, que el pasado sábado se despidió de sus espectadores tras más de tres décadas informando en Televisión Española. Ella representa un rigor y una credibilidad perdurables durante años, que roza la perfección, y que la han convertido en modelo para diferentes generaciones de periodistas. Escenificó su adiós desde un programa mítico, el buque insignia de los servicios informativos de la televisión pública estatal, ‘Informe Semanal’, y las palabras que empleó en su cierre indican una constante: su discreción. Ha sabido mantener una complicidad con el público que ha logrado que lo que Ana Blanco contaba en el telediario fuese creíble por toda la ciudadanía. Tal vez el secreto de ello radique en cómo, en mi opinión, ella ha actuado como las buenas periodistas: no ha querido nunca ser la protagonista. Alejada del sensacionalismo, la fanfarria y de un egocentrismo bastante común en este sector, que hace perder el norte a muchos que trabajan en el medio televisivo, ella ha sabido ser discreta hasta con su característico peinado, sin apenas variaciones. Creo que solo ha querido ser una trabajadora del oficio de contar bien la información de actualidad. Ni más ni menos. No estamos muy acostumbrados a que un rostro popular de la televisión se jubile por voluntad propia, al llegar el momento. Mucho menos que se prejubile. Habrá quien piense que siempre hay noticias que contar, retos profesionales que alcanzar y que resulta complicado dejar atrás ser el centro de la influencia mediática. No es el caso de Ana. Desde que, en 1990, se presentó por casualidad a un casting para elegir nuevos presentadores de informativos y consiguió el empleo, Ana Blanco ha permanecido en su casa: RTVE (con directivos elegidos por diferentes gobiernos), aunque -estoy seguro- recibiría ofertas de otras cadenas, que le prometerían mayores emolumentos. Ha demostrado, con creces, que es una profesional respetada y admirada (sus numerosos premios lo avalan); y ha transmitido, desde la televisión pública de España, algo que, por desgracia, escasea hoy en día: equilibrio, moderación, serenidad, cautela y naturalidad. ¡Gracias por tu labor!

*Periodista y profesor