Opinión | EL CHINERO

Aporofobia

No es la primera vez que emiten distorsionado el mensaje y luego culpan al receptor. Es el peligro de las medias verdades

Usuarios del comedor de la calle Martín Cansado, en una foto de archivo.

Usuarios del comedor de la calle Martín Cansado, en una foto de archivo. / S. GARCÍA

Para quien no conozca el término, la palabra aporofobia define el rechazo, aversión, temor y desprecio hacia el pobre, hacia el desamparado. Acongoja y duele que en una sociedad civilizada tenga que existir una definición para la actitud de los que no soportan convivir con quienes nada tienen, cuya imagen y sola presencia perturba su tranquilidad.

Corre el riesgo el equipo de gobierno municipal de Badajoz de que se les acuse de criminalizar la pobreza y a quienes la sufren, como ha denunciado Izquierda Unida. Está ocurriendo por su propuesta de trasladar los comedores sociales que funcionan en el Casco Antiguo desde hace décadas a barrios del extrarradio. Décadas ofreciendo un servicio necesario e indispensable en el centro histórico y es ahora cuando el PP se percata de que las necesidades están en otros barrios. Argumenta que su intento de reubicar estos recursos es un gesto de «humanidad».

Humanidad es lo que parece que les ha faltado al explicar cuáles son las verdaderas intenciones de este proceder. Hasta ahora no se les ha entendido. La propuesta coincide con las quejas reiteradas de los vecinos del Casco Antiguo por la inseguridad ciudadana, que se ha acentuado en los últimos meses a pasos agigantados. Con lo que costó recuperar el centro histórico para la ciudad y el retroceso que ha experimentado en tan poco tiempo está siendo realmente preocupante. Todos saben cuál es el origen del problema: el tráfico de drogas. Los vecinos lo llevan denunciando mucho tiempo: en el Casco Antiguo se vende y se consume, se consume porque se vende y quienes venden y consumen han encontrado en este entorno un hábitat adecuado a sus necesidades.

Los responsables de los comedores sociales lo dejan claro y su experiencia los avala: ellos no son el problema.

Para atajar la inseguridad que el narcotráfico está provocando en este entorno habría que atacar la raíz, no arrancar las hojas que, por otro lado, no pertenecen a una sola planta. A los comedores hay quienes acuden con una situación sanitaria y personal cronificada, pero también usuarios y familias normalizadas, a las que la subida de los costes de la vida los ha llevado a acudir a un recurso que los ayuda a mantenerse a flote para no llegar a hundirse del todo. Familias que tienen su casa, pero a las que los pocos ingresos que entran no les da para pagar la luz, el gas, el agua, la comida y el alquiler, pues todo ha subido muy por encima de su salario, si es que entra alguno en su constreñido hogar. Usuarios que proceden de muchos puntos de la ciudad. En el comedor social de Martín Cansado atienden a diario a 80 y 70 en el de la calle SanPedro de Alcántara.

Alega el ayuntamiento que lo que pretende con su propuesta es acercar estos servicios a quienes los necesitan. A esta conclusión llega por un ‘mapa de calor’, de cuyo contenido no ha informado. Que digan al menos los responsables municipales cuántos usuarios de los comedores hay en cada zona. Si es que el 90% pertenecen a los barrios del norte de las vías del tren, a Suerte de Saavedra o a Cerro de Reyes. Si es verdad que el ayuntamiento lo hace por ‘humanidad’, que les facilite un medio de transporte público gratuito o abra con recursos públicos comedores en estos barrios de la periferia que, según sus técnicos, están más necesitados que el Casco Antiguo, donde los gestionan instituciones privadas, ampliamente conocidas y reconocidas, que llegan donde la iniciativa pública no alcanza.

El alcalde, Ignacio Gragera, no se ha arrugado al acusar de mentir a sus responsables, por declarar a la prensa que se niegan a trasladarse. Según Gragera, en las reuniones con el concejal de Servicios Sociales, Antonio Cavacasillas, no fue lo que manifestaron. ¿Estaba el alcalde en esas reuniones? ¿Sabe a ciencia cierta qué fue lo que les transmitió su concejal y cómo? Porque la versión y la postura de los dos comedores sociales coincide. Más parece que la reacción de Gragera ha sido a la defensiva, cuando se ha dado cuenta de que no han sabido hacerlo ni explicarlo, por la imagen prejuiciosa y discriminatoria que están ofreciendo. No es la primera vez que el mensaje que se pretende dar se emite distorsionado y después culpan al receptor por no haberse opuesto desde el principio. Las medias verdades cuesta entenderlas. Es el peligro que tienen.