Opinión | EL CHINERO

Escondidos

Ricardo Cabezas, a su llegada al hotel río, la noche del 28-M.

Ricardo Cabezas, a su llegada al hotel río, la noche del 28-M. / Andrés Rodríguez

La noche de autos, la del 28-M, compareció ante la prensa con rostro compungido, cariacontecido, el tres veces candidato a la alcaldía de Badajoz, Ricardo Cabezas, claro ganador de las anteriores elecciones municipales -en las que su lista fue la más votada- y claro perdedor en la convocatoria del pasado domingo. Los socialistas lograron en mayo de 2019 la confianza de 25.727 pacenses, que le concedieron 12 concejales, a solo dos de la mayoría absoluta. Hace una semana, el recuento les dio 23.517 votos: 2.210 menos que cuatro años antes y diez concejales.

La noche de autos, Cabezas y su gente no estaban para celebraciones. Posiblemente los socialistas no contrataron seguro de cancelación en el hotel Río, donde anunciaron el fin de fiesta. Durante toda la campaña, Cabezas se había manifestado seguro de que, ahora sí, había llegado su momento. Era la tercera vez que se presentaba y lo palpaba en el ambiente y en los constantes mensajes de apoyo que recibía a su paso. Tan convencido estaban, él y los suyos, de que el electorado le brindaría su respaldo, que el candidato no dudó en anunciar en una entrevista con este diario que, si no llegaba a ser alcalde, no volvería a presentarse. Lo dijo antes de las elecciones, pero después no ha vuelto a retratarse sobre su futuro. Desde el domingo no ha querido hablar. No se ha pronunciado. Se desconoce públicamente cuál va a ser el devenir del -por ahora- jefe del grupo mayoritario de la oposición en el Ayuntamiento de Badajoz. Porque, salvo su breve comparencia la noche de autos, Cabezas no ha querido valorar los resultados. No lo hizo en el momento en que se conoció el escrutinio, para no hablar «en caliente». Con todo el tiempo que ha transcurrido ya debe estar congelado. Ni él ni los suyos han dicho ni pío. De haber sido otros los resultados, otro gallo cantaría. Dicen que sus tiempos los marcan ellos, no los medios de comunicación. Eso dicen ahora. En campaña electoral no lo tenían por lema. Al contrario, su disponibilidad era casi a tiempo completo.

Una semana después el PSOE de Badajoz sigue en tiempo de espera para analizar qué ha pasado para que 2.210 pacenses que hace cuatro años les mostraron su confianza, cuatro años después no les han dado su apoyo. Les puede molestar que el popular Ignacio Gragera afirme que ha habido votantes socialistas que han preferido al PP. Así habrá sido, dada la abultada diferencia que el excandidato de Cs ha logrado: 11.663 votos más de los que obtuvo su predecesor, Francisco Javier Fragoso. La participación en esta última cita electoral ha crecido en Badajoz, de 69.069 votantes que salieron de casa en mayo 2019 en dirección a las urnas, han pasado a 75.176. Nadie ha osado explicar por qué tantos electores han rechazado una opción de izquierdas. Posiblemente algunos de esos cuantos se han decantado por las siglas de Gragera. Quién sabe. Han podido incluso mostrar su apoyo a Joaquín Parra, que se presentaba por Juntos por Extremadura y ha obtenido 2.274 votos, perdidos e insuficientes para hacer concejal al expresidente del CD Badajoz. Elucubraciones que se hacen desde fuera, pues dentro siguen escondidos sin atreverse a desmenuzar qué ha podido provocar esta debacle. Porque los resultados para la izquierda en Badajoz han sido una debacle. Más aún para Unidas Podemos, que ha desaparecido de la corporación municipal.

 A pesar de todo lo ocurrido, ni el candidato socialista, Ricardo Cabezas, ni la de Unidas Podemos, Erika Cadenas, han querido salir a la palestra para valorar qué ha podido motivar esta estampida. Qué han hecho o qué no han hecho para perder el sostén de quienes hace cuatro años se lo dieron de una manera incondicional. Ni siquiera Parra ha reaparecido, con todo lo que se prodigó en campaña. Escondidos aguardan una señal que les devuelva la esperanza y la confianza, al menos en si mismos. Porque la de buena parte de su electorado la han perdido.