Opinión | Disidencias

Rumores

Regresan los recuerdos de las verbenas de San Juan en San Francisco, Emilio y Alfonso haciendo fotografías, las crónicas de Pagador o Fernando Saavedra, las obras de Miguel Murillo, la tertulia de Villafaina y Bartolomé Collado, el Confite, comprar en el Globo o Cabezudo, los bollos de leche y los merengues de La Cubana o Alba, el aperitivo en La Corchuela o Los Navegantes, Galaxia y Marchivirito, Bótoa y don Diego, el Hermano Daniel en los Maristas, las Josefinas y el Santo Ángel o los Salesianos, Luis Costillo, los hermanos Campillo, las clases de literatura de don Ricardo Puente o de historia de doña María Bourrellier, Pepe Jerez en el Pepe Jerez, Carmona Méndez, Pepe Vela, Los Play Boys y Acción Rock Band, Vicente García Estop, las farmacias de Alejando, Fito o el doctor Camacho, desayunar en el Venero, Lucio Poves, Juan Gamino, Hinchado, las Azúcar Moreno, Madame Brun, el Lati, Iniesta, Campañón, los Vidarte, Gopegui, Adarve, los coros y danzas, Antonio Ballesteros, San isidro, San Judas cada 28 en San Andrés, Pilar Andújar, Florita Alonso, Pacheco leyendo su discurso de la Academia en el colegio de médicos, Toto Estirado ofreciendo su obra en La Marina, el Cerillo en San Andrés o siendo Carnaval, porque el nombre da igual, el balcón de Lorenzo Arnao, Joselón, Emilio González Barroso y su acordeón, Tani que le puso cara a Marwan, Simago, Cortefiel, Sereco, Pryca y Continente, las performance del inimitable Morán Cruz, las carreras de Marmesat, los goles de Pozoy, claro, el ascenso frente al Cartagena. La OJE en Juventud, los bailes en la residencia Juan XXIII, bañarse en el río, los pollos de la venta Jaraque, cambio de escudos en la acera de Galerías Preciados, Pepe el de los espumosos, el Duende del maestro Luis, Tomás Rabanal, El Jerezano, el maestro Pérez Ribes, el avisador de Badajoz, Pedro Montero, las medallas olímpicas de Nuria y Juancho, María Dolores en su Archivo, Pedraja, el último de los sabáticos y Juan José Poblador, en su Conil, y su hermano, Luis, en su oficina de Muñoz Torrero, el maestro Gabi, el Madalena, la guitarra de Joaquín Rojas o Fernando Herrera, la Kaita, el embarcadero del Guadiana, el rodaje de Tony Gatlif, Chamizo en Julián Mojedano, Manolo Pérez al micrófono, la televisión en blanco y negro, Ítaca discos, Universitas, Colón y La Alianza, las crónicas de Fernando Echave y Juan Ángel, Rosa Morena, las misas de quince minutos de don Apolonio en la Policía, el pregón de Carnaval de Mariano Mariano en San Francisco, la cabalgata de Reyes subiendo a San Juan, la procesión de Santo Domingo yendo a la cárcel que era donde está hoy el Meiac y sacar un preso, junto a la Leda y La Estellesa en Santa María de la Cabeza y mi patria, en la plaza de los Alféreces y los aperitivos del Guille y las copas de La moska, las clases de don Jesús Delgado Valhondo en General Navarro y las de don Carmelo en el instituto Zurbarán, las niñas del Bárbara bajando por la calle del Obispo, donde los ventanales del Casino y Barroso en el control de socios y los bailes de fin de semana con Hotel California para bailar agarrados, Carlos Ruperto de bombero, Jorge el zapatero, Carmen Alor e Isidra Méndez, las aventuras de José Luis Villares, el arte de Nando Juglar, la Mercería Manolo, el BBC, la Metalúrgica, son tantos los rumores de la nostalgia, las voces de los que se fueron y se fue, que me engulle la melancolía y maldigo a todos cuantos intentan robarme mis recuerdos o ensuciar el alma que sostiene mis sueños.