Opinión | EL CHINERO

Operación 'Pueblo'

Naharro con Solana, Cavacasillas y Buzo.

Naharro con Solana, Cavacasillas y Buzo. / S. GARCÍA

En el PP de Badajoz no existía la figura de coordinador ni de presidente local porque la secretaría provincial recaía en el alcalde de la capital, cuando lo fueron Miguel Celdrán y Francisco Javier Fragoso. Hasta que llegó la hora de la despedida de Fragoso, que estuvo más de 12 años en el cargo, y soplaron aires de renovación en el PP de la provincia, con el alcalde de Valencia de Mombuey, Manuel Naharro, que se impuso en el congreso provincial, en el que se posicionó en solitario, por aquello de que los procesos de primarias son casi siempre un invento del maligno que deja en el camino a los candidatos no oficiales, antes de que ni siquiera puedan someterse al escrutinio de los compromisarios. Naharro fue la única opción y obtuvo el apoyo del 96,82% de los presentes, que eran unos cuantos, nada más y nada menos que 1.105 de toda la provincia.

En aquel congreso, celebrado en junio de 2021, el nuevo presidente provincial hizo hincapié en que llegaba con ganas de «rearmar» el partido, un verbo que describía la situación en la que en ese momento podría encontrarse el PP en el territorio provincial. Sin embargo, la llegada de Naharro no fue acogida con igual entusiasmo entre todos sus compañeros, que aunque en público lo aceptaban porque no les quedaba otra, en los corrillos criticaban su procedencia. Naharro, alcalde de un ‘pueblino’, Valencia del Mombuey, con 731 habitantes. Al menos él, como alcalde que es, tiene el aval del voto de sus vecinos. Estaría bien que quienes critican su origen o su curriculum mostrasen cuáles son sus credenciales para creerse de un rango superior. Que siendo alcalde de un pueblo tan pequeño Naharro consiguiese hacerse con las riendas del PP provincial era y es todo un logro. Su trabajo le habrá costado posicionarse, más que a quien es alcalde de la ciudad más grande de la región. Pero en lugar de servirle de reconocimiento, algunos lo utilizaron como descrédito de quien antes, durante y después del congreso ha demostrado que sabe lo que hace.

Puede entenderse -aunque no compartir- que en el PSOE criticasen el origen rural del nuevo presidente provincial, por aquello de que son contrincantes. Pero está muy feo que los propios del PP lo minusvaloren por el hecho de ser alcalde de un pueblo pequeño. ¿Quién es éste para decidir qué se hace en el Ayuntamiento de Badajoz?, han llegado a reprocharle. En el seno del ayuntamiento de la capital de la provincia han sido especialmente críticos con que viniese a mandarles un alcaldino. De Valencita a Badajoz, menudo salto con pértiga. Como si ser de pueblo fuese un insulto, un estigma o una falta imborrable. No lo aceptaron cuando fue elegido presidente provincial y lo deslegitimaron cuando apostó por Antonio Cavacasillas como coordinador local, cargo que hasta ese momento no había existido. A Naharro su apuesta no le salió bien. Las encuestas no favorecían a su protegido como candidato a la alcaldía. Pero el presidente provincial aceptó la autoridad superior y respondió con lealtad. Lealtad que ha recompensado la nueva presidenta regional, María Guardiola, que tiene al alcalde de Valencita de mano derecha en la provincia de Badajoz, donde la de Cáceres tiene menos mano, por lejanía geográfica (ahora más con el socavón).

Quienes lo criticaron no calcularon cuán alargada es la sombra de Naharro. Hasta que llegó el momento de confeccionar las candidaturas. En el Ayuntamiento de Badajoz solo se quedan Cavacasillas y Eladio Buzo. La lectura sobre sus padrinos es sencilla. En la Asamblea no caben dudas. El propio Naharro se ha hecho un hueco sin dar codazos y será diputado regional. Su vendetta contra quien puso en entredicho su criterio se ha plasmado en la ausencia de representación de la capital y la presencia de los pueblos de la provincia en la lista. Alcaldes, alcaldables y concejales que han demostrado su apoyo al presidente provincial en este camino no exento de espinas, para el que el valenciano está más preparado de lo que algunos esperaban de él, acostumbrado como está a recorrer caminos rurales.