Opinión | EL CHINERO

A cal y canto

Un vecino lee el cartel que informa del cierre de la biblioteca de Pardaleras.

Un vecino lee el cartel que informa del cierre de la biblioteca de Pardaleras. / S. GARCÍA

Ya puedes hacerlo lo mejor posible, que el más mínimo de los errores dará al traste con los logros conseguidos. En este trabajo se dice mucho: parece que nadie te lee hasta que te equivocas o cometes una errata y entonces salen lectores hasta de debajo de las piedras. Es lo que le está ocurriendo a la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de Badajoz, un área cuya incesante actividad mantiene ocupados y preocupados a sus responsables todo el año. Quien no tiene responsabilidades ni toma decisiones no corre el riesgo de equivocarse. Quien de sus manos depende el buen fluir de tanta citas puede cometer faltas o no tomar la decisión acertada.

Sean o no ajenos a la concejalía los motivos de los desaciertos, la realidad es que en los últimos meses la de Cultura está protagonizando una ristra de despropósitos que parecen dirigidos por un mal de ojo. Lo último ha sido el cierre de las bibliotecas municipales de los barrios y las agencias de lectura de las pedanías. Algunas llevan clausuradas hasta diez meses. ¿Diez meses y nadie se queja?. ¿Ninguna asociación de vecinos? ¿Ningún partido de la oposición municipal? Hasta que no se ha publicado en la prensa, nadie, salvo los vecinos del entorno de estos centros de lectura (seguramente solo unos pocos, los pocos usuarios), se ha percatado de lo que ocurría. Según la concejala de Cultura, Paloma Morcillo, el problema tiene que ver con el cambio de la ley de contratos por la temporalidad de los trabajadores de estas bibliotecas. ¿Nadie se percató con tiempo suficiente de que esto podría suceder? «Por motivos ajenos a esta asociación la biblioteca permanecerá cerrada hasta nuevo aviso», reza el cartel colocado a la entrada de las instalaciones de Pardaleras. Motivos ajenos que no explica. Porque son inexplicables.

La biblioteca de este barrio y las de otros cinco están cerradas a cal y canto sin que nadie haya dado explicaciones hasta que la prensa no ha preguntado a la concejala. Como tampoco nadie había denunciado ni criticado ni informado de que no funciona el bibliobús. Morcillo desconoce cuánto tiempo lleva sin arrancar. Nadie lo ha echado de menos y el motivo que ha alegado la concejala es que falta una pieza del motor, que a saber dónde se puede encontrar. Esperpéntico.

Todo esto sucede después de la polémica con las Escuelas Municipales de Música, también dependientes de la Concejalía de Cultura. El curso tenía que haber empezado en septiembre y se tuvo que retrasar hasta enero por un problema con los contratos para la vigilancia de los colegios donde se imparten. Casi 5 meses de retraso cuando además era el primer curso que se ampliaba de septiembre a junio, por empeño de la oposición. La oposición, la socialista, que ha denunciado además esta semana que falta un profesor de flauta, que tiene a 9 niños sin poder avanzar con este instrumento, y otro de Música y Movimiento, que mantiene a 70 alumnos sin esta asignatura. Casi entrados en abril y todavía persisten problemas en estas escuelas. Y los que no trascienden. Porque en la banda municipal de música no se quejan públicamente, pero en privado sus lamentos no están precisamente afinados, por la falta de medios que en más de una ocasión ha obligado a recortar conciertos. Los músicos no suelen airear sus cuitas. Como tampoco trascenderá si las bibliotecas de barrio y agencias de lectura de los poblados vuelven a abrir. Seguramente de la Concejalía de Cultura no depende en exclusiva que estos problemas que se están sucediendo se resuelvan con agilidad. ¿Cómo va la concejala a acusar al responsable de otro área de los desaguisados de los que ella tiene que dar la cara? En teoría son un equipo y, como tal, son todos responsables al unísono de los errores. Así debería ser, si todos trabajasen en la misma dirección, haciendo suyos los problemas y su resolución, con transparencia, que se echa en falta en el Ayuntamiento de Badajoz, donde no se informa con claridad y sin rodeos de los tropiezos e incumplimientos hasta que salta la liebre.

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