Opinión | LA ATALAYA
Afinando (IX)
En resumidas cuentas, hacia finales del siglo XI podemos establecer el momento en que la orientación del flujo cultural relacionado con la poliorcética comenzó a variar. Europa desempeñaba un nuevo papel. No todo venía ya del mediodía árabe. Pero en la península Ibérica eso solo está atestiguado arqueológicamente en Granada. En el mundo del norte la mayor parte, si no todos, los recintos que tuvieron una fase altomedieval no la conservan, debido a reformas y modificaciones más tardías. Si hubiéramos de definir las obras de arquitectura militar preservadas en este extremo del Mediterráneo habríamos de considerarlas, sin parecer exagerados, como conservadoras. Hay diferentes tipos arquitectónicos, pero pocas o ninguna novedades técnicas. Los cambios se producen de modo generalizado a partir de un fenómeno histórico con nombre propio: las Cruzadas.
No es este el lugar más adecuado para describir un acontecimiento tan complejo y, por cierto, tan manipulado, fuera de los estrictos límites del conocimiento histórico y arqueológico. Hablando en términos generales el movimiento tuvo su inicio teórico en 1095. Súbitamente, una poderosa fuerza armada, algo disparatada –no entremos en detalles- pretendió reconquistar la llamada Tierra Santa. Sin duda tuvo éxito, en primera instancia, conquistando Jerusalén (1099), pero puso a aquellos aguerridos militares occidentales ante una serie de problemas técnicos para los que no estaban preparados. Los recintos amurallados orientales tenían unas dimensiones desacostumbradas para ellos y, sobre todo, unos órganos defensivos apenas conocidos. Su primera impresión la tuvieron ante los muros de la capital imperial de Oriente, Constantinopla. Suponemos que atisbaron el avispero en que se habían metido, aunque los astutos bizantinos no les dejaron pasar al interior ni, por descontado, estudiar con detalle aquellas defensas que, ya lo dejé escrito, eran la Madre de todas las medievales europeas. Si conquistaron la Ciudad Sagrada fue porque sus defensores fatimíes no estaban suficientemente preparados. Y, por otra parte, a pesar de su valor simbólico su potencia militar defensiva era anticuadísima. Nunca pudo considerarse como una importante plaza fuerte.
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