Ahora que los partidos políticos apuran sus estrategias de cara a las elecciones municipales y, tras la tregua de diciembre y las fiestas, vivirán la endiablada carrera de cada cuatro años, ha sufrido Badajoz, a lo largo de la última semana, un comecome, un sinvivir, una comezón, un run run, un mirar de reojo, un sentir el aliento del oscuro destino en la nuca por la profusión de encuestas electorales, que han coincidido en nuestro entorno. Hasta una veintena de personas se me han acercado o me han llamado o guasapeado para decirme que han sido encuestados, vía telefónica, por parte de hasta tres empresas demoscópicas y no, precisamente, para averiguar tendencias políticas generales sino, al contrario, para radiografiar o conocer la realidad local. Ya saben que hay todo tipo de encuestas políticas: buenas, malas, muy malas e inventadas y, asimismo, muchas y diversas empresas que se dedican a tan noble e imprecisa tarea, con diferentes precios, cuestionarios, muestreos y formas de cocinar los resultados. Solo conozco a una de las tres que ha convulsionado a Badajoz recientemente y puedo decir que es relevante en su sector, seria en su proceder, muy concluyente en sus observaciones y no barata. Como no me gustaría escribir de oídas y estoy deseando contarles la gran noticia, pues ahí va: he sido uno de los elegidos. Jamás me preguntaron nada ni el CIS ni ninguna encuesta, buena o mala, baratilla o de alto nivel y, mira por dónde, me han preguntado por Badajoz, por cómo marcha, por los actuales dirigentes municipales, por los partidos locales y por las posibilidades de cada uno de ellos, llamándome la atención que como alternativas del PP para la Alcaldía me ofrecieron varios nombres: Antonio Cavacasillas, Germán López Iglesias, Gema Cortés, Francisco Javier Gutiérrez, Blanca Subirán … e Ignacio Gragera (también un señor llamado Javier Bravo, que dicen que es el de Vox). Con el pasmo a cuestas, respondía como un autómata, la novedad y la impresión quisieron oscurecer mi razón y fue, sin embargo, mi corazón quien contestó sobre las posibilidades de cada uno y el conocimiento que la ciudad tiene de ellos. Me queda la duda de quién ha encargado dicha encuesta, con qué propósito se ha realizado en esos términos y si se hará pública. Dicho esto, me acojo a una de las conclusiones de un viejo estudio sobre conducta electoral y comunicación política de la Universidad de Michigan donde se deja bien claro que los sondeos jamás son concluyentes, que los votantes son una especie descontrolada y muy diferente a los militantes, afiliados y simpatizantes de los partidos y que el buen candidato debe oír antes a sus adversarios o críticos que a quienes le hablan al oído por miedo, desconocimiento u obsesivo ejercicio de adulación. Eso le permitirá conocer, también, acerca del clima social (Noelle-Neuman), del cultivo (Gerbner), de las prácticas periodísticas (Tuchman), de la política espectáculo (Postman) y la psicología política (Eskibel). Continuará.