Quizás lo más interesante de la historia de los Yilliqíes fuese la evolución de la dinastía familiar después del momento en que falleció el fundador de Batalyaws. En una cierta medida lo ocurrido en la ciudad y en su alfoz, en lo referente a su relación con Qurtuba, reúne muchas de las características observables en la política seguida por los príncipes omeyas en relación con los grandes señores indígenas, en proceso de arabización y de islamización, que se resistían a perder su autonomía, tan celosamente guardada desde la Tardoantigüedad.

Abd al-Rahman al-Yilliqi, si seguimos el testimonio de las crónicas árabes, dejó un heredero. La información no deja de ser bastante oscura. Tuvo varios hijos, pero hubo de seguir la costumbre de hacer jurar como tal a uno de ellos, en función de criterios que podían ser cambiantes. O era el mayor en términos absolutos o él lo prefirió por motivos de difícil cálculo. Mucho más si tenemos en cuenta la casi completa falta de noticias escritas. Si aceptamos la práctica de la poligamia, seguramente practicada por nuestro personaje según lo establecido por la sociedad musulmana, podría haberlo tenido con una de las cuatro mujeres legítimas. No de una concubina, caso no infrecuente, pero susceptible de provocar reacciones contrarias entre hermanastros nacidos de alguna de aquellas. No fueron raras en el primer islam –ni después- las guerras provocadas por este tipo de situaciones, en Oriente y en Occidente. Fuera cual fuera el motivo por el que se eligió al sucesor de nuestro personaje, lo cierto es que falleció apenas a los dos meses de hacerlo su padre. Su nombre era Marwan b. Abd al-Rahman b. Marwan. O sea que, además de iniciar un lío de nombres, el resultado práctico de todo fue que de pronto Batalyaws se encontró sin un candidato con el suficiente respaldo como para mantener vivos los propósitos de la familia, que no eran, como la experiencia vino a demostrar después, demasiado conciliadores. No se olvide que no se trataba únicamente de los deseos de una sola estirpe. También eran los de un grupo numeroso de gentes defraudadas por el centralismo de los monarcas de al-Andalús. Nada que ver con la religión, a pesar de muchas opiniones.