Más de 150 actividades en casi 70 enclaves y cientos, miles de ciudadanos recorriendo  las calles, las plazas, los monumentos, los museos, las sedes de instituciones, los locales, negocios, estudios de artistas, bares y restaurantes. Riadas de gentío en busca de experiencias culturales. Multitudes deseosas de ver, escuchar, probar, conocer, participar, disfrutar y experimentar. Es lógico pensar y hasta criticar que es demasiada oferta para una sola noche pues es imposible abarcar todo el programa de La Noche en Blanco de Badajoz en las casi seis horas que dura. Pero La Noche en Blanco no es una yincana. Puede que en las primeras ediciones el público estuviese anheloso, codicioso, voraz, deseoso de abarcar cuantas más actividades mejor, con ansias, sin demora, como si no hubiese un mañana, por si mañana era imposible. Si bien, después de tantas ediciones, muchos de quienes deciden participar en esta actividad salen de casa con la idea clara de conocer aquel monumento que no pudieron ver la última vez o dejarse llevar y entrar y observar lugares con los que se van a ir encontrando sin prisas, sin pausa y disfrutando.

Claro que es deseable incrementar la oferta cultural el resto del año. La cultura nunca sobra ni empacha. Pero no a costa de la programación de La Noche en Blanco, cuyo concepto es precisamente poner a disposición de los ciudadanos infinidad de espacios con contenido cultural para animarlos a conocerlos esa noche porque, posiblemente, cualquier otro día no se animan o ni se lo plantean.

Sorprenden las colas ante la catedral, un edificio que abre en más ocasiones, cuando hay culto, aunque no en un horario muy amplio. Seguramente los que esa noche quisieron entrar lo hicieron animados por las visitas nocturnas que este verano organizó el museo catedralicio y que tan buenas sensaciones causaron entre los participantes. La voz se debió correr y La Noche en Blanco daba la oportunidad de participar en esta experiencia. Hay otros edificios que no abren nunca a lo largo del año, salvo esta noche, como ocurre con La Giralda, de Telefónica, que además esta vez ofrecía una exposición de teléfonos antiguos aderezada por un entretenido guía. La iglesia de Santa Catalina hace tiempo que tiene contenido como espacio expositivo. No había que esperar a esa noche para entrar, pero está bien si gracias a esta iniciativa mucha gente pudo conocer lo que su interior ofrece. Como los jardines de la Galera, con el incentivo además de la reapertura del edificio de la Galera rehabilitado. Otros días del año pueden visitarse, pero no en horario nocturno. La noche concede un ambiente especial a este entorno.

La Noche en Blanco funciona en su formato. Gracias al concepto con el que se organiza, anima a mucha gente a conocer lugares y propuestas a las que de otro modo no se plantearían acercarse o no tendrían oportunidad. Podrían acudir cualquier otro día a un museo o a una exposición, no así a todas las actividades que se ofrecen. Esa noche salen porque todo está a su disposición y las cifras hablan por sí solas. Un ejemplo: la muestra de fotografías ‘Formas’ en el Museo de la Ciudad fue visitada por casi 1.400 personas, posiblemente más de las que lo harán a lo largo de todos los días que permanecerá abierta.

Bienvenidas sean estas cifras. Badajoz puede presumir de una iniciativa cada vez más extendida en ciudades de todos los tamaños, donde también funciona esta fórmula y por algo será. Miles de personas coinciden en el Casco Antiguo en un contexto inmejorable, sin incidentes que enturbien, durante horas, recorriendo calles, esperando con paciencia para participar en experiencias que sí, que puede que cualquier otro día del año serían más tranquilas o menos agobiantes, pero no con el mismo ambiente, ni con igual entusiasmo que en esa gran y única noche dedicada a la cultura.