Menudo regreso de vacaciones. No puede haber mejor chute para espabilar a sus señorías, tras un agosto baldío de vacaciones bien merecidas para un gobierno estable y un ayuntamiento saneado. Lo segundo, puede; lo primero, nada más lejos. Un pleno con prisas el 1 de septiembre porque había que aprobar el cambio de tarifas del autobús urbano, para el que el consistorio solicitó una ayuda al Gobierno central ¡en julio! y el tiempo se echaba encima. Como agosto no existe en el almanaque municipal.

Aprovechando la rebaja en el transporte público (que por obligación no requería una acuerdo plenario pues era suficiente un decreto de alcaldía) se incluyeron en el orden del día más asuntos pendientes y urgentes. Pocos más. El de las medallas al mérito policial para la Policía Local de nada sirvió, a pesar de que el equipo de gobierno acudió con los deberes hechos, es decir, había negociado antes el asunto con el concejal díscolo e imprescindible de la coalición, el no adscrito, Alejandro Vélez. Mira por donde fallaron los cálculos y a los socialistas no les ha dado la gana que se entreguen tantas distinciones, las de mayor rango, sin justificar. Total que el pleno extraordinario y urgente se quedó en nada.

En nada no, perdón por el lapsus, porque entre las urgencias también se incluyó hacer efectiva la renuncia de la concejala popular María José Solana, que ni siquiera asistió. No era necesario. Había renunciado dos semanas antes, con lo cual, ya no era concejala. Además, ¿para qué? ¿Para escuchar los lacrimógenos panegíricos de sus compañeros? No los hubo, así que no se perdió nada. El alcalde, Ignacio Gragera, de Ciudadanos, se limitó a tirar de fórmula hecha: le agradeció la dedicación prestada durante tantos años y le deseó felicidad en el plano personal. Apenas unos segundos de despedida tras 15 años de servicio público.

Ni siquiera sus amigos de partido tuvieron el más mínimo gesto. Ni una mención. No tomaron la palabra ni hicieron ademán de pedirla. Lo hecho hecho está y había que pasar página cuanto antes. La vida sigue y Solana es pasado. Qué curioso. Casi un año antes, en el último pleno ordinario de septiembre de 2021 llegó a ocupar el sillón del alcalde. Fue alcaldesa accidental. Gragera dio positivo en covid y ella ocupó su lugar. Entonces era la primera teniente de alcalde y portavoz del grupo del PP, el partido que gobierna en coalición con Cs con muchos más concejales que la formación naranja. Primera teniente de alcalde y portavoz. Total nada. De todo a nada. De mano derecha del anterior alcalde, Francisco Javier Fragoso, a ser defenestrada por su propio grupo. Fue el PP el que se desdijo. Donde dijo digo dijo Diego y se arrepintió de firmar el acuerdo de equiparación salarial con la Policía Local. Solana pagó el desplante y el alcalde le retiró todas sus atribuciones como castigo. Las había ido perdiendo en favor del presunto candidato popular, Antonio Cavacasillas, que, de momento, no ha hecho uso de los poderes heredados. Solana se quedó sin delegaciones ni sueldo. Su partido no dio la cara por ella. Por delante, el PP defendía que Solana debía recuperar sus concejalías, pero no ha insistido demasiado al alcalde, que no se ha sentido agobiado por sus socios. Más bien al contrario. Parecen más amigos que nunca. La espina había sido estirpada. No tenía sentido seguir siendo concejala, sin responsabilidades ni dedicación exclusiva y dimitió. Renunció. El 12 de agosto. En plena solana. Cuando en el ayuntamiento solo había andamios. Sola. No hubo portadas ni entrevistas a toda página. Un mero trámite. Qué ingrata es la política. De todo a nada en una décima de segundo. De pleitesías a desplantes. Los agraviados se envalentonan ante el enemigo muerto. Salen a la luz los daños silenciados y bajo las alfombras rojas aflora el polvo escondido.