Y, después de todo, ¿apareció algo árabe durante las excavaciones sistemáticas? Es curioso. Aquí en la Alcazaba se cumplió la regla, muy habitual en yacimientos arqueológicos catalogados de antemano: nunca se encuentra lo que se busca; de lo demás, mucho. Exagero un punto y conviene hacer algunas aclaraciones. No era fácil intervenir en todas partes. Era un parque, más frondoso que ahora, y no podíamos destrozar impunemente ninguna de sus partes. Era arriesgado cortar –con permiso, claro- ningún árbol y, mucho menos, exponernos a provocar un accidente por caída. El área de la Cruz de los Caídos había sido cubierta con mucha más tierra de la original. Y la zona del Hospital Militar era bastante más amplia que la ahora visible ante la Biblioteca de Extremadura. La Capitanía General de Sevilla nos dio permiso para excavar allí siempre que no interrumpiésemos los accesos. Y así fue. El personal del Hospital se comportó magníficamente con el equipo y siempre recuerdo –recordamos- con gratitud su gentileza. Bueno, menos un sargento.

Quizás era nuevo. Nos prohibió entrar a tomar unas medidas de la muralla árabe, porque, literal, «atentaba contra la seguridad nacional». Unos amables reclutas convalecientes nos solucionaron el problema, dos litronas mediante, de parte del director de las investigaciones. No parece que la Unión Soviética consiguiera invadirnos una vez divulgado el informe previo. Pero lo leyeron, eso sí, con mucha atención.

Total. Lo que menos recuperamos fueron restos de época árabe. Pero alguno hubo: un silo lleno de cerámica del siglo XI –véanlas en el Arqueológico-, el ya aludido Arrabal Oriental y muchísimas evidencias de valor estratigráfico. Eso sí, ni una sola moneda de ese momento. No sería por no cribar tierra. Sabíamos de la alta probabilidad de localizar parte de la mezquita del Fundador y de la primera catedral cristiana dentro del Hospital. Pero habrían de pasar todavía varios años para que pudiéramos entrar allí, muy apoyados por la Consejería de Cultura, con la enemiga de la de Educación, la hostilidad de la empresa concesionaria de la rehabilitación y lidiando con dos arquitectos olímpicos. Pero eso, siendo un enorme avance, es harina de otro costal.