No olvido en esta crónica de nuestras excavaciones en la Alcazaba de Badajoz -ni uso el plural mayestático, sino la primera persona del plural; allí colaboró y trabajó mucha gente-, aun de soslayo, a varias personas que nos hacían objeto de su atención y amistad. Y nos beneficiaban con su ayuda. Hablo de los alcaldes Jaime Montero de Espinosa y Luis Movilla Montero -esto es una crónica de Arqueología, y ya en democracia-. Sin uno ni otro nunca, digo nunca, la investigación habría tenido lugar. De varios presidentes de la diputación pero, muy especialmente, de Luciano Pérez de Acevedo, que se fue este verano. Debo reconocer que la institución provincial corrió siempre con la parte del león -intendencia, alojamiento del equipo, etc.-. Y puede parecer una nimiedad, pero todos los años, el último día de campaña nos visitaban alcalde y presidente. Una amabilidad digna de destacarse. A ellos les interesaba y a nosotros nos animaba. A veces, el día a día de una excavación puede resultar duro. Y recuerdo con mucha simpatía a don José Sanabria Vega, demasiado entusiasta y, en ocasiones, receloso con los alumnos; no siempre de acuerdo con sus pasados entusiasmos bélicos.

Pero hay alguien a quien rememoro con especial afecto: don Mariano Fernández-Daza. Apareció un día de la primera campaña con aire de despistado. Todo lo relacionado con la Cultura le interesaba. Nos entendimos bien. Sabía escuchar y opinaba sin dogmatismo. Tuvimos después un largo trato, en Badajoz, en Almendralejo y en Madrid. Entendió muy bien lo que estábamos haciendo y la importancia científica de ese trabajo. Fue él el primero en organizar, en el Centro Cultural ‘Santa Ana’ de Almendralejo, una conferencia donde expuse los resultados de la excavación. Antes que en Badajoz, sí. Esas son cosas inolvidables para un primerizo, y un extraño, como era yo. Acudía todos los años, preguntaba, contaba anécdotas sobre personajes, ya históricos, conocidos. Y, sobre todo, hablaba de la biblioteca de su centro. Era la niña de sus ojos. Buscaba soluciones nuevas para microfilmar libros difíciles de conseguir -entonces no se digitalizaba-. Captó a algún miembro del equipo para trabajar con él. Fue un gran apoyo.