El verano está relacionado con las vacaciones, aunque solo tengamos una semana, unos días o un par de meses o nada, pero, en todo caso, con la relajación, el descanso, las terracitas, el dedicar más tiempo a nosotros mismos y nuestras aficiones. En verano, te enamoras y te divorcias, puede llegar el primer beso y el último desplante, si te metes en el agujero de una crisis de tristeza y melancolía tal vez pierdas peso al mismo tiempo que pierdes alegría, pero si logras una gran aventura, aunque sea en el portal de tu casa, lo recordarás como el verano de tu vida. Puedes ir a la playa o a la montaña, a la piscina o a la alberca, encajarte al otro lado del mundo o en Sesimbra, La Antilla o Caños de Meca, da igual, porque el verano es el tiempo, si te dejan la estupidez humana, los aguafiestas de las malas noticias, los idólatras de la pandemia o los políticos de mal agüero, para disfrutar de las cosas que en la vida merecen la pena. Por ejemplo, leer algunos libros, que a más de uno no le vendría mal por aquello de no ser tonto y ni siquiera parecerlo. España es un país donde faltan lecturas y sobra ignorancia y tal vez de ahí proceda esa manía que tenemos por destruirnos unos a otros desde la soberbia más impune y el analfabetismo más surrealista. El apocalipsis está cerca, pero mientras llega, siempre podemos aprovechar para aprender algo nuevo, salir de nuestro propio mundo, alcanzar sueños o vivir vidas de repuesto. Estos son mis libros para el verano, que recomiendo efusivamente, porque los hay para todos los gustos, porque entretienen y emocionan, porque nos ayudan a emplear nuestro tiempo en algo más que no sea perder el tiempo. Puedes leer uno o todos, pero será tiempo ganado, experiencia añadida, conocimiento para tus neuronas adormecidas y desarrollo en ese espíritu crítico que algunos pretenden amordazado. Vamos a ellos. En novelas, Los ingratos, de Pedro Simón (para los que creemos que casi todo está perdido, incluida nuestra generación); Rodaje, de Manuel Gutiérrez Aragón (una delicia de personajes en tiempos de El verdugo y Berlanga, ahí lo dejo); Al final siempre ganas los monstruos, de Juarma (incalificable y de la que no podrás escapar) y, casi por delante de todos, una novela sorprendente, descacharrante y disparatada de Rodrigo Cortes titulada Los años extraordinarios. En ensayo, aunque los leí hace un millón de años, vuelven en nueva edición y es necesario regresar a ellos: Cabrera Infante con Cine y sardina, Arcadia todas las noches y Un oficio del siglo XX y, ya puestos, La vida secreta de las películas, de Simon Brew. También, Steiner, con Un lector (una selección de textos del intelectual europeo perfecto), aunque sin olvidar nuestra ración de Zweig con sus Diarios. Para los interesados en el periodismo de hoy y de siempre, las Memorias de un periodista, de Ramón Pérez Maura, y para los amantes de la historia en plan divulgativo, Fake News del imperio español, de Javier Santamarta del Pozo. En poesía, seguimos con Luis Alberto de Cuenca y sus 100 poemas, una selección de diez poemas por cada uno de sus diez libros canónicos. Y, para la siesta bajo la sombrilla, mejor que Sálvame en el sofá, las jugosas memorias de Jesús Mariñas, que ése sí que sabe de cotilleos.