Se ha presentado en Madrid el documento ‘España 2050’. Es un estudio de prospectiva y reflexión sobre las tendencias actuales proyectadas a los próximos 30 años. Estos ejercicios de reflexión me gustan. Los humanos tenemos desarrollada esa capacidad de pensar en el futuro y por ello la capacidad de aplazamiento de la recompensa. Renunciamos al hoy radical para apostar por el mañana. Aunque la actualidad nos invite a la supervivencia, a la incertidumbre y al no dejar para mañana lo que puedas disfrutar hoy. Con esta actitud pocas posibilidades hay de construir un futuro basado en sólidos cimientos. El documento incide en demasiadas cosas conocidas y pocas novedades que nos sorprendan. Lo normal es que los expertos hablen de las cosas que ya conocen y el futuro está por conocer. Si miramos las dos últimas décadas, España comenzó el siglo con gran crecimiento y grandes expectativas ante la moneda única. Pero nadie pudo prever el atentado a las Torres Gemelas, la crisis financiera global del 2008, y mucho menos la pandemia del covid-19. Cualquier análisis riguroso de tendencias se ha visto alterado por los denominados «cisnes negros» que tiraron por tierra las mas fundadas previsiones.

Hace unos días Iñaki Gabilondo decía que en las entrevistas que está haciendo a relevantes personalidades mundiales, al preguntarles sobre como veían el futuro, la respuesta más habitual era que, más que adivinar el futuro, lo realmente importante es lo que vamos a hacer. Cada decisión está marcando la dirección de lo que viene detrás.

Prever la Extremadura del 2050, puede ser un ejercicio intelectualmente muy estimulante, pero absolutamente inútil, incluso peligroso, pues podemos generar la impresión que poco podemos hacer ante lo inevitable. Es imposible saber cómo será esa Extremadura, pero deberíamos estar seguros de algunas cosas que deberíamos hacer, y no dejar para mañana lo que debemos hacer hoy. Aquí van algunas propuestas: Hacer una administración pública más eficaz y eficiente, menos intervencionista y evitar duplicidades, incorporarnos a la red ibérica de ferrocarril del siglo XXI, llevar la fibra óptica y la 5G a todo el territorio regional, construir la autovía de Valencia, la de Castelo Branco a Moraleja y la de Granada y Huelva, eliminar los desincentivos al empleo, mejorar el sistema educativo, eliminar muchas trabas medioambientales que dificultan compatibilizar ecología y desarrollo económico, mejorar la calidad de las aguas,... Seguro que sacaríamos algunos más por donde empezar, aunque nos costase una mañana llegar a consensos. Pero esta prioridades hay que tenerlas claras, que no cambien con cada nuevo gobierno y, sobre todo, que no sigamos aplazando soluciones. Si ponemos el objetivo en el 2030 y empezamos ya, estoy seguro de que construiremos un 2050 mucho mejor.