Entiende que las obras pueden causar molestias, pero estas están resistiendo su negocio cuando aún no se han cumplido ni cuatro meses desde que lo abrió. José Manuel Vázquez, uno de los socios del bar Arrabal, en la calle San Juan se queja amargamente de que los trabajos para poner la 'calçadinha' portuguesa -que ya empieza a ser visible- en esta calle del Casco Antiguo le están acarreando pérdidas económicas, no solo porque está levantada, sino porque se ha cortado al paso de peatones, salvo para los residentes.
«El jueves abrimos a las diez de la noche y tuvimos que cerrar una hora después...No entraba nadie», lamenta. Esa noche se encontró con que, además, frente a su establecimiento se habían colocado un gran generador y el aseo portátil para los albañiles. «Es el único bar que hay abierto en la calle, ¿los tienen que poner justo ahí? ¿No pueden llevarlos a una equina que no moleste tanto?», se pregunta enfadado. Tras quejarse al ayuntamiento y a la empresa constructora, ayer los desplazaron unos metros y ya no están frente a su fachada.
Vázquez cuenta que desde que abrieron en junio habían conseguido fidelizar a una importante clientela, pero fue empezar las obras el 4 de septiembre y la afluencia ha caído en picado. Esperaban ambiente en Almossassa, pero «la gente iba por la otra calle».
«¿A mí quién me va a compensar las pérdidas si esto dura un mes?», dice el hostelero, que ya se han puesto en contacto con un abogado. El dueño del Arrabal afirma que el ayuntamiento no les informó del inicio de la obra y critica que no se hayan planificado de otra manera para interrumpir lo menos posible a los negocios de la calle.
«Quieren que el Casco Antiguo vaya para arriba y yo voy a tener que cerrar el bar por sus obras. Al menos podían preparar un pasillo y no cortar al calle».
En este sentido, se pregunta por qué no se ha aprovechado los meses de verano para hacerlas, en lugar de iniciarlas en septiembre.
«Estamos recién abiertos y esto es una zancadilla para nosotros», sentencia.