Javier Fernández, Silvia de Sixte y su hija acababan de comer. En el grupo de Whatsapp de los vecinos ya se había comentado que había un fuerte olor a gas, temían un escape. Se han asomado al balcón, han visto a los bomberos y a la policía en la calle, y justo cuando se habían dado la vuelta y cerraban la puerta, se produjo la explosión. «Por dos segundos no ha pillado a la niña en la terraza», contaba Javier, aún con la toalla de color azul húmeda con la que se había protegido del humo.

Viven en el cuarto D, en la misma escalera del piso de la calle Hernando de Soto donde la tarde de este jueves se ha registrado una deflagración, en la que su inquilino ha fallecido y otras 16 personas han resultado heridas leves. la han sentido en sus carnes. Fue como si les empujaran, el suelo de su casa ha temblado. «El cristal de la terraza se ha metido para dentro y ha vuelto a salir, no sé cómo no se ha partido», relataba Silvia, aún con el susto en el cuerpo. «Ha sido como si cayera una bomba, una pasada», decía aún impactada.  

Vecinos en el cruce de la calle González Serrano con Hernando de Soto, que ha sido acordonada.

Cuando iban a bajar a la calle junto a otros vecinos, los bomberos les dijeron que permanecieran en sus casas, en las que el humo ya había entrado. Se refugiaron en la última habitación, donde era menos denso, con toallas húmedas en la cara y en la puerta. No sabían calcular cuánto tiempo pasaron allí. Quizás 40 minutos. Entonces fueron a avisarlos de que ya podían salir. «¿Queda alguien?», preguntaban los bomberos. Faltaba María, su vecina de enfrente, de 91 años. Aporrearon su puerta. Estaba a salvo.

Ninguno de los vecinos tenía duda de que se trataba de una explosión provocada. «Ha podido ser una masacre», repetían muchos de ellos. 

«Estaba asomada a la venta y pensaba que era la churrería», comentaba Susana García, otra de las vecinas del edificio, muy nerviosa y con los ojos llorosos. «Hemos visto a los bomberos y, de repente, se ha producido la explosión; ha empezado a salir humo y nos hemos refugiado todos en una terraza para no respirarlo». Ella vive en la misma planta del piso siniestrado junto a su marido, su hijo y sus padres. Su madre y su hijo han sido evacuados con la autoescala, pero su padre, con máquina de oxígeno, no podía, por lo que hubo que bajarlo por la escalera. «Estamos todos bien, estamos todos bien», decía tras el gran susto.

Casi en primera persona lo sufrió Ana Núñez, que vive más abajo, en el bloque que hace esquina con la calle González Serrano. «Yo lo he visto todo, ha explotado delante de mis ojos, no me ha pasado nada de milagro», explicaba la joven. Ana se dirigía al bloque donde vive su hermana, que es el edificio siniestrado. Su hermana tiene su vivienda en la misma planta, en el segundo G. En cada planta hay seis pisos. 

Ana acababa de comprar el pan en la tienda El Duende, situada enfrente, y ha visto policías y bomberos en el bloque de su hermana, que a esa hora estaba trabajando y a punto de llegar a casa. Se ha acercado a preguntar por el telefonillo a su cuñado qué estaba pasando y para comprobar si todos estaban bien. «Si voy a la altura de donde ha explotado me caen encima los cascotes, me hubiesen matado», explicaba.

«He visto cómo han reventado los dos balcones delante de mis ojos y delante de los ojos de los policías, ha destrozado la luna del camión de bomberos y he cruzado la calle corriendo, los policías diciéndome señora qué le va a pasar algo y estaban mi cuñado y los niños en el balcón con la puerta abierta porque mi sobrina es asmática», describía, ya algo más calmada, aunque reconocía que había vivido momentos de mucha tensión. «Mi cuñado ha olido a gas y él es el que ha llamado a la policía, para que vinieran los bomberos a comprobar qué estaba pasando y en ese momento explotaron los dos balcones», insistía en su relato. Desde abajo, Ana hablaba con sus familiares, intentando tranquilizarlos. Lloraba. «A mí me han tenido que dar una pastilla de los nervios». Sus sobrinos están bien. Tienen 15 y 11 años. El piso de su hermana no se ha visto afectado porque está situado en la parte posterior del mismo rellano.

El estruendo de la explosión se ha oído a cientos de metros a la redonda. «He sentido un zambombazo muy fuerte y hemos salido corriendo todos hacia la calle porque no sabíamos si era en el edificio o enfrente, nos hemos bajado y hemos visto el panorama. Nuestro bloque ha retumbado», contaba Paco.

«Ha sido una explosión seca, que nos ha levantado de los sillones», comentaban varios vecinos del bloque de enfrente, que salieron corriendo a la calle, con lo puesto y sin saber qué pasaba. Habían visto a los bomberos en la calle por las ventanas. No pensaron que fuera nada grave hasta que escucharon el ruido ensordecedor. En Hernando de Soto tardará tiempo en dejar de retumbar.