«Esto es muy importante para nosotros, los padres de niños que están malitos. Así nos sentimos menos solos», le decía Cristina Cruz, la madre de ‘Dinoinma’ a los niños que la escuchaban. Unos minutos antes otra pequeña le había dicho a Cristina que no se preocupara por su hija Inma, que «hoy le han salido 1.400 amigos 'de golpe'». 

Niños de todas las edades se dieron cita en el parque de la Legión. SANTIAGO GARCIA VILLEGAS

Inmaculada Esperilla, ‘Dinoinma’, tiene cuatro años y parece una enfermedad rara: el síndrome por deficiencia del gen CDKL5. Ayer fue la protagonista en la sexta carrera solidaria que organiza ‘Claustro de Barrio’. Los alumnos de seis centros escolares distintos de la barriada se dieron cita en el parque de la Legión para correr por una buena causa. 

«Mi abuela me ha dicho que por cada vuelta que consiga darle al circuito me da cincuenta céntimos, voy a hacer muchas para ayudar a la familia de Inma», exclamaba Antonia Flores, alumna de cuarto de primaria del colegio Nuestra Señora de la Soledad. Su profesora, Rosa Camacho, explicaba que cada niño trae ‘patrocinadores’: miembros de su familia que colaboran económicamente con la causa en función de cuánto tiempo estén corriendo. «En realidad es un acto simbólico, de lo que se trata es de implicar a las familias en el día de hoy». Vaya si lo hicieron. Junto con el millar de niños, muchos padres y abuelos. Mercedes Domínguez iba vestida de deporte para acompañar a su hija de cinco años, alumna del Luis Vives, durante la carrera. «A los niños les gusta que los padres les acompañen, ¡así que aquí me veo!». La forma física no importaba ayer, lo principal era ayudar. Miguel Gutiérrez, padre de Álvaro y Adrián, también les acompañaba en el acto «aunque yo no voy a correr». Uno de sus hijos se rompió la clavícula hace un par de semanas, pero no querían faltar a la cita.

Salida de la carrera. SANTIAGO GARCIA VILLEGAS

Las altas temperaturas obligaron a que parte del recorrido se hiciera andando. «¡No hace falta llegar el primero, hemos venido a ser solidarios, no a ganar!», repetían los profesores. El ímpetu infantil no entendió de calores y el final de la jornada estuvo marcado por los abrazos eufóricos y sudorosos compartidos entre los todos los niños presentes, incluida Inma.