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Un Martes Santo para el recuerdo
El Misterio del Calvario estrenó recorrido para no chocar con el cableado de las calles del Casco Antiguo y Nuestro Padre Jesús de la Espina salió por primera vez en cuatro años
«Cuando Él no quiere salir, no hay forma humana de sacarlo a la calle», decía Ana Sánchez, la hermana mayor de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús de la Espina y María Santísima de la Amargura, en referencia a los años que esta hermandad ha estado sin salir. Este año ‘ha debido querer’, porque las dos procesiones del Martes Santo completaron sus recorridos en una noche despejada y sin incidentes.
Minutos después de las 19.30 horas comenzaba el recorrido el Misterio del Calvario. Los momentos de emoción a los pies de su templo, la parroquia de San Fernando y Santa Isabel, no faltaron: se contaron por decenas los pacenses que esperaban para ver cómo salían las imágenes por el tejado de la iglesia, a pesar de que este año lo hicieron bastante antes de la hora prevista. Es una de las imágenes emblemáticas de la Semana Santa pacense.
«Hoy nos acordamos de la gente que no puede salir, especialmente de un costalero que, tras 30 años con nosotros, un problema de espalda ha sacado de debajo de su paso. Viene con nosotros aunque no esté», decía Juanchín Moreno, capataz del paso. Suena la banda de cornetas y tambores Resucitado de Badajoz y la procesión emprende camino. Le cantan saetas por la avenida. La devoción desborda el barrio.
Mientras el paso cruzaba meciéndose el Puente de Palmas, protagonista de otra imagen imborrable, en la plaza López de Ayala se arremolinaba el gentío. Primero a susurros, luego en altas voces, se celebraba que «este año sí, este año sale La Espina». No se le ve en la calle desde 2019. «El año pasado nos quedamos en la misma puerta y al final no llovió. Este año es nuestro», decía casi entre suspiros Sánchez.
Se escucha la voz del capataz, el aire entrar y contenerse en los pulmones de los costaleros y, tras la ‘levantá’, los aplausos de toda la plaza. Primero sale Nuestro Padre Jesús de la Espina. Después, María Santísima de la Amargura, que estrena corona. Es un regalo de la junta directiva de la cofradía, que con esta procesión termina su mandato. «Es duro, da pena, pero el aire fresco es necesario en todas las instituciones», dice emocionada Ana Sánchez.
Cuando la procesión ya está en la calle tiene un recuerdo para Teresa, una de las camareras de la Virgen. Murió el pasado mes de mayo a los 56 años. «Es la primera vez que salimos sin ella». La voz se le quiebra.
Ambas procesiones confluyen en el centro de la ciudad pues tienen que pasar por Carrera Oficial. Tras la ofrenda de flores en la Catedral, la de San Fernando encara la calle Obispo San Juan de Ribera y enfila Juan Carlos I. Este año han tenido que cambiar el recorrido por el cableado aéreo. «Hay una calle en la que los cables no se pueden levantar para que pasemos, así que volvemos a casa por la avenida», explica Moreno. Sánchez coincide. «Nosotros no hemos cambiado el recorrido pero vamos justos de altura. Ojalá el año que viene estén soterrados».
El Martes Santo termina desbordando emoción al paso de sus imágenes a ambos lados del río. Hacía años que Badajoz no lo vivía así, con todas sus procesiones en la calle bajo un manto de estrellas.
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