los efectos de Efraín en la región

"La fuerza del agua le daba la vuelta a las vacas, fue increíble"

Basilio González, uno de los damnificados de las Casas Aisladas de Gévora, tuvo que ser rescatado de su vaquería en una zódiac de la Guardia Civil al quedar atrapado por el agua; ha perdido algunos terneros. Jesús González, otro de los afectados, tiene su parcela convertida en un lodazal y ha perdido muebles y electrodomésticos. Solo tuvo tiempo de salvar a sus caballos

Los vecinos están afanados en labores de limpieza.

Los vecinos están afanados en labores de limpieza. / SANTIAGO GARCIA VILLEGAS

Belén Castaño Chaparro

Belén Castaño Chaparro

"El sillón de la abuela", dice en voz baja y entre lagrimas Jesús González mientras lo arrastra desde el interior de su casa hasta la calle ayudado por su yerno. Está empapado y lleno de barro. No tiene gran valor económico, pero sí sentimental. El sillón como el resto de muebles y electrodomésticos de su casa han quedado inservibles después de que el agua inundara su propiedad, a pocos metros de la rotonda de acceso a las Casas Aisladas de Gévora. Ayer, más de 200 personas tuvieron que ser rescatadas del agua en Valdebótoa y Gévora por las intensas lluvias.

Desde la entrada hasta las cuadras el lodo lo cubre todo. En su parcela hay dos casas anexas, una que sirve a Jesús y a su familia de segunda residencia y otra que tiene cedida a una persona que ejerce de guardesa. En esta última el agua aún tiene 40 centímetros de altura, pero en ambas llegó a superar con mucho el metro

VÍDEO | Más de 200 personas rescatadas del agua en Valdebótoa y Gévora

Jesús vive en Gévora y cuando lo avisaron de la crecida del río no tuvo tiempo sacar nada de la casa, solo pudo poner a salvo a los dos caballos que tenía en las cuadras y a sus dos perros, que este miércoles por la mañana seguían en un desván, asomando las cabezas por la ventana.

Con un tractor pudo arrastrar su coche y alejarlo de la zona inundada. Otros dos tractores se quedaron bajo la techumbre en la que los resguarda. No sabe si funcionan, está esperando al mecánico.

Interior de una de las viviendas, llena de barro.

Interior de una de las viviendas, llena de barro. / SANTIAGO GARCIA VILLEGAS

Jesús no quiere salir en fotografías. Está angustiado y triste. Heredó la parcela de sus padres, a la que a su vez se la habían legado sus abuelos. "Me he criado aquí y nunca en la vida había visto algo así, ha habido otras crecidas, pero jamás ha entrado el agua en casa".

No tienen ni luz ni agua. Los motores se le han estropeado y tiene que comprar dos para poder sacar agua del pozo y poder limpiar el lodazal.

Jesús se viene abajo. Su hija Soledad trata de animarlo, pero tampoco puede contener el llanto. El agua se ha llevado muchos recuerdos y saben que no será fácil volver a ver su casa como antes.

Rescatado por la Guardia Civil

A poco más de dos kilómetros de donde Jesús y los suyos se afanan en retirar el lodo tiene Basilio González su vaquería. Enfundado en su mono de trabajo estaba esperando desde primera hora de la mañana para poder acceder a las instalaciones, aún cercadas por el agua. A él lo tuvo que rescatar ayer la Guardia Civil en una zódiac, en pocos minutos se quedó atrapado junto a sus animales. El agua le llegaba al pecho y se le estropeó el móvil. Solo podía esperar a que llegarán a salvarlo, reconoce que tuvo miedo.

Basilio Sánchez con algunos de sus terneros, que han sufrido las consecuencias del agua.

Basilio Sánchez con algunos de sus terneros, que han sufrido las consecuencias del agua. Algunos no han sobrevivido. / SANTIAGO GARCIA VILLEGAS

Cuenta que la crecida fue tan inesperada que no pudo reaccionar a tiempo. "La fuerza del agua era tan grande que le daba la vuelta a las vacas, que remolineaban y se incorporaban buscando tierra firme. Fue increíble", asegura.

Algunos terneros no han podido sobrevivir. Hasta el mediodía no ha podido entrar en la vaquería a comprobar los daños, que son cuantiosos.

Basilio contemplaba de lejos a sus vacas junto a otros vecinos de la zona, que como él, esperaban que el nivel del agua bajase para poder acceder a sus propiedades y ver de primera mano

. "El agua embalsada no daña, el problema es la fuerza con la que ha llegado", comentaban entre ellos. La queja de muchos es que les haya pillado de improviso no por lo que haya podido llover, que nadie lo puede controlar, sino "porque no han informado de la cota que tenía el pantano de Villar del Rey". "Si lo hubiéramos sabido, habríamos tomado medidas antes de que comenzará a aliviar", criticaba Paco Bazaga. 

Las huellas del temporal en Gévora.

Las huellas del temporal en Gévora. / SANTIAGO GARCIA VILLEGAS

Su casa está cerca de la vaquería y, por ahora, sigue inaccesible. Cuenta que su familia no tuvo que ser rescatada en barca "por los pelos". Dejaron a sus diez perros en el altillo y no cree que sus gallinas hayan podido sobrevivir. Esta mañana no sabían cuándo podrían regresar.

«Mi hermano lo ha perdido todo, se ha quedado sin ni siquiera ropa que ponerse"

Ni Basilio ni Paco recuerdan una crecida semejante del Gévora. Lo sucedido tardarán en olvidarlo. Tampoco los hermanos Vizuete, que viven desde hace siete décadas en las Casas Aisladas. Uno de ellos, Enrique, es uno de los damnificados: el agua se ha llevado por delante a sus 400 cabras y chivos, ha estropeado todas las reservas de pienso, maquinaria y ha anegado su casa. Su hijo y él tuvieron que refugiarse sobre un tejado hasta que fueron rescatados por la Guardia Civil en una zodiac.

«Mi hermano lo ha perdido todo, se ha quedado sin ni siquiera ropa que ponerse», lamentaba Rafael Vizuete. Su casa se salvó porque está en una cota más alta. «Llevamos 68 años viviendo aquí y el agua ha llegado otras veces, pero con tanta fuerza y tan rápido, jamás», aseguraba. «Nosotros nos estábamos preparando para una cosa normal, pero lo que vino no lo era. Fue tan rápido que no dio tiempo a nada». Por la mañana no podían acceder aún a la propiedad de Enrique porque el nivel del agua aún estaba muy alto. No les hacía falta verlo, para saber que la crecida ha acabado con el esfuerzo de toda una vida.