El Periódico Extremadura

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Tragedia de 1997. En primera persona

El bombero José Antonio Jiménez: «Cuando lo vi me quedé en shock, había coches amontonados en el puente»

Estaba de libranza, se incorporó para coordinar las llamadas y luego hizo labores de rescate. Al principio creían que eran las crecidas que se producían habitualmente en esa época

El bombero José Antonio Jiménez, 'Epi', en el puente del parque del arroyo Rivillas, una de las zonas más afectadas por la riada. SANTIAGO GARCIA VILLEGAS

«Dantesco», así recuerda el bombero municipal José Antonio Jiménez, conocido como ‘Epi’, el escenario que dejó la riada aquella trágica madrugada del 6 de noviembre de 1997. «Cuando me incorporé a los trabajos en la calle me quedé en shock. Había coches amontonados en los ojos del puente del río Rivillas y dentro del parque de La Legión», recordó.

Va a hacer 38 años de servicio como bombero de Badajoz y, sin dudarlo, es para él el peor suceso que le ha tocado vivir, y eso que en su profesión muchas veces tiene que hacer de tripas corazón. «Son imágenes que no se me van a quitar de la cabeza aunque pasen 40 años porque hay detalles que se quedan para siempre», agregó.

Jiménez se retrotrajo 25 años atrás e hizo un recorrido de lo que él vivió aquel día y los posteriores. Entonces vivía en la calle Bailén, cerca del arroyo Calamón, que junto al Rivillas, arrasaron, sobre todo, con parte de la barriada de Cerro de Reyes. Ese día estaba de libranza y le llamaron para que se incorporará al servicio porque había inundaciones y la situación se estaba colapsando. Llegada esa época del año estaban «acostumbrados» a que subiera el nivel del agua a causa de las lluvias y por eso le dijo a su mujer que era «lo de siempre» y que volvería en poco tiempo.

Al principio, relató, llegó al parque de Bomberos y se puso a coordinar las llamadas que entraban de los teléfonos de emergencia. Con el paso de las horas el número de llamadas era tan elevado, todas de la misma índole, que hubo un momento en el que tuvieron que descolgar y parar para tomar conciencia de que los que estaba sucediendo era grave. Hasta que hicieron eso, no llegaron a pensar la dimensión de la catástrofe, no se lo imaginaban a pesar de los avisos que recibían, por ejemplo, del bar ‘Arcoiris’ alertando del peligro. Entonces empezaron a discriminar las llamadas porque todo el mundo les decía que el agua sobrepasaba el canal y que los coches empezaban a flotar.

Una de las escenas que ‘Epi’ tiene grabadas es la de un mujer mayor que afirmaba que se le estaba llenando la casa de agua y no sabía qué hacer. Le dijo que no se preocupara, que iban a ir los bomberos y que se subiera a la terraza, pero le contestó que no tenía y le explicó que entonces se subiera a una mesa y que irían a buscarla. «No volví a saber de ella. Creo que es una de las víctimas que sacamos muerta de una de las casas», expresó apesadumbrado.

Por aquella época el uso de los móviles era residual y hasta las 06.00 horas aproximadamente no se redujo el número de llamadas. Además, se fue la luz y tuvieron que hacer experimentos con los walkie talkies para mantener la comunicación.

El bombero José Antonio Jiménez señala lo que se vio afectado por la riada. SANTIAGO GARCIA VILLEGAS

Entonces pasó al trabajo en la calle y fue a la zona de la confluencia de los dos arroyos. «Cuando llegué el chip de la cabeza me cambió - comentó - De la tranquilidad que había intentado dar, que era imposible, a ver aquello. Fue la noche y el día».

Los compañeros le contaron que había personas agarradas a los árboles en el paseo que va hasta la plaza de toros porque se los llevaba el río. De hecho, la fuerza del agua se lo marcó un coche de bomberos que tenía el mando en la Dehesilla de calamón y que apareció en la ciudad. O cuando mandó a un compañero a Desguaces Brú porque había una persona encima de un coche y el camión no pudo llegar porque empezaba a flotar sobre el agua.

Por la mañana organizaron las búsquedas y empezaron a inspeccionar las viviendas y fue ahí cuando sacaron lo que no querían, muchas víctimas. Se encontraron cadáveres dentro de las casas, que estaban llenas de barro y con cañizos. Jiménez recordó que había una familia en la última habitación en una vivienda y que también, en otra de la margen derecha, vieron a una madre y a una hija con las maletas hechas porque la gente sabía que eso pasaba.

Tras dos días centrados en las labores de revisión en las casas, comenzaron las búsquedas en el río. «En aquella época no existía como tal un plan de emergencia y una coordinación. Esto fue el principio de coordinarse los servicios», informó. Durante muchos días, hasta dos semanas, estuvieron junto con Cruz Roja y los Grupos de Especialistas en Actividades Subacuáticas (GEAS) intentando dar con el paradero de una pareja y una niña. Llegaron hasta Villanueva del Fresno. El hombre y la niña aparecieron pero la mujer no. Durante ese tiempo apenas tenían tiempo para descansar.

Ahora, después de 25 años, no sitúa como estaba aquello en la época porque «ha pegado un cambiazo impresionante». Tendría que ver fotos para ubicar las casas ya que solo recuerda el trabajo que desarrollaron. Por estas fechas, aquellas vivencias que están «dormidas en el baúl de los recuerdos» solo salen si alguien le pregunta al respecto. «Cree que no va a ocurrir más, por suerte, porque se han arreglado los cauces», destacó Jiménez.

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