Los ositos de Amoami se están haciendo un hueco en casas de medio mundo. No son peluches al uso, porque además de los símbolos visibles que lucen, como la bufanda con un bordado típico de Ucrania, sus hilos están cargados de mensajes: de esperanza para las mujeres refugiadas ucranianas que los tejen y de lucha contra la guerra para quienes los adquieren.

El impulsor de este proyecto solidario es el pacense Rafael Jiménez Alcaide. Hace meses, cuando regresaba de su trabajo en el extranjero, se topó en el aeropuerto de Barajas con un grupo de refugiadas que llegaban a Madrid huyendo de la guerra. En sus rostros vio reflejado el temor a lo desconocido y la tragedia que traían como equipaje. Esa imagen quedó grabada en su conciencia y poco tiempo después, una vez instalado en España, este experto de la industria farmacéutica, decidió que había llegado el momento de actuar. Había conocido el amigurimi, técnica japonesa de croché a través de la diseñadora Rita Ruiz y fue a ella a quien le pidió que diseñara un peluche «bonito y no muy complicado de tejer». Un patrón y un tutorial en Youtube fueron lo siguiente.

Con esa idea sobre la mesa contactaron con organizaciones de apoyo a refugiados y la respuesta fue masiva: 300 mujeres querían colaborar. Tras un proceso de selección, las primeras 15 tejedoras de la diáspora ucraniana se pusieron manos a la obra en Madrid (ahora ya son 22). Cada crochetera firma su osito Amoami y se lleva el 60% de su precio de venta (44 euros), se venda o no. Se les proporciona todo el material y pueden tejer en casa o en los talleres que se organizan semanalmente en La Casa Encendida.

A través de esta iniciativa se persiguen distintos objetivos. Uno de los principales es crear redes entre las mujeres ucranianas, que han dejado atrás a sus seres queridos y trabajos, para facilitarles el inicio de su nueva vida lejos de casa. «Es muy importante el valor terapéutico del croché, porque requiere un alto grado de concentración y las ayuda a olvidar la tragedia que las rodea», destaca Rafael Jiménez.

Además, estos grupos han ayudado a que comience a florecer su sentido de la pertenencia y ha fomentado la interacción entre compatriotas, pero también con los españoles, pese al gran obstáculo que en muchas ocasiones supone la barrera del idioma. 

«La mejora ha sido espectacular en estos últimos cuatro meses», destaca satisfecho el fundador de Amoami, quien pone en valor otro «impacto importante» del proyecto: permite tener ingresos extra a familias que han llegado prácticamente con los puesto y que, por desgracia, no saben cuando acabará su exilio obligado.  

Rafael Jiménez Alcaide, fundador de Amoami. amoami

El proyecto, a pesar de que apenas lleva unos meses en marcha, se ha ido extendiendo y ya hay grupos en Suiza y Francia. También en España hay planes para ‘exportarlo’ a otras ciudades, entre ellas a Badajoz, donde la organización está en contacto con Cáritas para crearlos. Ya hay dos tejedoras en fase de prueba que han comenzado a aprender la técnica del amigurimi y los ositos están a la venta en la tienda de labores Trisalán, en la calle Francisco Pizarro. Rafael Jiménez reconoce que le hace «especial» ilusión que Amoami llegue a su ciudad.

Los primeros 140 ositos han llegado a lugares tan dispares como Australia, Estados Unidos, Hong Kong, Italia, Suecia o Chile, entre otros. Se pueden adquirir a través de sus perfiles en redes sociales (@amoami.desing) y el correo electrónico info@amoami.eu. 

Cada peluche, elaborado con materiales sostenibles y de origen español, se entrega en una bolsa de yute, con una tarjeta en la que se explica el proyecto. Amoami (en estos momentos su impulsor está constituyendo como asociación). Pero la iniciativa no terminará con la guerra de Ucrania - «que ojalá acabe cuanto antes»-, sino que la intención de su fundador es vincularlo a otras causas sociales en el futuro para que la filosofía con la que ha surgido perviva y el pequeño osito se convierta en un gran símbolo de solidaridad.

Los peluches se elaboran con materiales sostenibles y se entregan en una bolsa de yute. amoami