Juan tiene 53 años y lleva «bastantes» viviendo en la calle. Prefiere no decir cuántos. Tiene sus razones. Cuando lo piensa una tristeza acuosa asoma tras los cristales de sus gafas y se calla. Lleva «cuatro o cinco meses» en el albergue de la calle Bravo Murillo de Badajoz, destinado a personas sin hogar, al que Juan llegó por mediación del trabajador social de Las Moreras. Entonces dormía en un portal de un edificio público de la avenida de Elvas. Muchos pueden pensar en su mala vida. Juan no lo cree así. «¿Por qué? En la calle no se vive mal, pero hay que saberla vivir». 

Juan no consume drogas ni alcohol y si echa la vista atrás por los años que lleva en esta situación concluye que «siempre hay alguien que te ayuda, nunca he pedido nada a nadie y nunca me ha faltado de nada, la verdad». Sí reconoce que muchas noches se ha ido a dormir sin cenar «pero es lo que hay», porque «tú decides vivir tu vida en la calle, vivirla como tú quieras, yo lo he decidido y nunca me ha faltado ayuda de nadie, ni en Badajoz ni en los sitios en los que he estado, nunca». Eso sí, insiste en que no es consumidor «de nada», por lo que «soy un poco diferente al 60 o al 70% de los demás, que sí consumen». También sabe que vivir en la calle tiene sus riesgos. «Te puedes acostar con mucha ropa y amanecer sin nada, pero es lo que hay, y centros como estos vienen muy bien, porque te dan facilidades para recuperarte de todo», comenta, en relación al albergue.

Juan tenía otra vida, «claro que sí». Trabajó en la construcción y de guarda jurado. «Soy de familia de guardias». Se emociona, guarda silencio y al momento recupera la compostura. «Los monitores me aprecian, me respetan y me quieren y los compañeros igual, pero cada uno tenemos nuestros sentimientos hacia la familia», de los que no quiere hablar.

Juan se ha adaptado al horario del albergue y cuando cierra por las mañanas (antes de ampliarlo por el calor), aprovecha para buscar trabajo, según cuenta, «y ayudar a unos y a otros». Y en las horas de más calor siempre ha sabido dónde refugiarse: «Iba al parque de Castelar o al de Legión, donde más fresco estuviese».

Ahora que el centro abre más temprano acude antes al albergue, donde es el encargado del comedor y de la cocina. También era responsable de la lavandería pero traspasó el encargo a otro usuario. «He tenido mucho apoyo de las personas que están aquí trabajando». A este hombre le parece acertado que el centro abra antes sus puertas. «Creo que esta gente se lo merece, que tenga más tiempo de descanso». Porque, en su opinión, «la persona que consume drogas o alcohol, cuanto menos tiempo esté en la calle, mejor, y si aquí no lo puede superar, hay otros centros especializados».