Regresaron a su lugar de origen, a la cuna donde nacieron, al nido que les dio alas mientras siguen creciendo en libertad. Un nido que quedó vacío momentáneamente debido a la crisis sanitaria. Los Palomos 2022 volvieron ayer a ser los que eran antes de la pandemia, menos multitudinarios pero con la misma alegría y ganas de pasarlo bien en la calle. Badajoz se tiñó con los colores del arcoíris en mochilas, banderas, banderolas, gorras y sombreros, camisetas con frases para la ocasión, escaparates y fachadas. De nuevo los dos escenarios retomaron el ritmo donde lo habían dejado y mientras en la Alcazaba el público era más familiar, el escenario de puerta de Palmas atrajo a miles (unos 6.000 a las nueve de la noche) de jóvenes que convirtieron la avenida Reina Sofía en un gran botellón.

Ambiente en la Alcazaba. ANTONIO HERNÁNDEZ

Había ganas de pasarlo bien. Jesús es de Madrid y llegó a Badajoz el viernes. Doce amigos habían impreso en sus camisetas la frase ‘Hoy salimos a mover el bolso’. Bien que lo movieron. Era el quinto año que Jesús acudía a esta fiesta. Repite «porque me gusta» y ayer constató que «el ambiente es muy bueno y se ha recuperado». De Toledo estaba Diego. Era su primera vez. «He escuchado muchas veces hablar de Los Palomos y quería venir con mis amigos, me lo estoy pasando pipa», aunque echó en falta actividades el viernes para la gente que llega el día antes. «Anoche faltó un concierto, un dj o una fiesta de bienvenida y hoy hubiese faltado una cabalgata o una romería». Aun reconociéndolo, su amigo sentenció que «Los Palomos es el orgullo más sanote de toda España, por eso hay que venir todos los años», defendió Alejandro, de Madrid. Acudía por segunda vez. «Tenía muchas ganas, vine el primer año, me encantó y este repito porque es el mejor orgullo, nada de postureo, la gente viene a pasárselo bien, familias, no haya nada de exclusión».

Los amigos de 'Hoy salimos a mover el bolso'. ANTONIO HERNÁNDEZ

Otro grupo heterogéneo de seis amigos estaba en Badajoz desde el viernes para disfrutar de Los Palomos. «Hay que venir a conocer el palomar», contaba Elia, bastante animada, acompañada de amigos procedentes de Ceclavín (Cáceres), aunque ella es asturiana. Soraya acudía por primera vez «y por ahora está siendo muy divertido». «Como somos muy diversos y muy abiertos hemos venido a celebrarlo», contaba María, de Olivenza, abrazada a Isidoro.

Isabel Gil Rosiña, consejera LGTBI, como ella misma remarcó, visitó la fiesta por la mañana. «Qué alegría unos Palomos normales, sin restricciones», comentó y recordó que esta fiesta «debe provocar la ambición de querer que en nuestro país y en nuestra sociedad no exista la discriminación», porque «asistimos a un incremento de los delitos de odio que nos preocupa y no podemos llegar a la gente siempre por vías formales, sino también por la diversión». Ayer hubo diversión a raudales. A falta del balance final que hiciesen de madrugada, Cruz Roja percibió menos afluencia que en ediciones anteriores y a las nueve de la noche las incidencias eran la mitad. Todas sin importancia. Esa ha sido hasta ahora seña de identidad de Los Palomos.

Amor a espuertas. ANTONIO HERNÁNDEZ

En familia. ANTONIO HERNÁNDEZ

Amigos en la Alcazaba. ANTONIO HERNÁNDEZ

La pandilla de Ceclavín. ANTONIO HERNÁNDEZ

Para todas las edades. ANTONIO HERNÁNDEZ

Multicolor. ANTONIO HERNÁNDEZ