En 2005, el que era director del Centro Nacional de Inteligencia (CNI), Alberto Saiz, avisó a Juan Carlos I de que la relación que mantenía con Corinna Larsen era «negativa» y que podría «hundirle». Según Fernando Rueda, si el emérito le hubiese hecho caso en aquel entonces y hubiese cortado su amistad con ella, hoy todavía sería rey. «Diez años después, tuvo que dejar la corona», apunta el escritor de Al servicio de su Majestad, un libro donde este periodista de investigación aborda las conexiones de la monarquía con el servicio secreto.

Esta es tan solo una de las numerosas cuestiones que revela este periodista de investigación experto en el CNI, antes Centro Superior de Información de la Defensa (CESID). A pesar de que ya lleva casi 30 años dedicándose a estudiar este mundo, Rueda aún se asombra con algunas de las cosas que descubre. «Yo imaginaba que la relación de la monarquía y, sobre todo, de Juan Carlos con el servicio secreto era muy buena, pero me ha sorprendido hasta donde ha llegado. Por ejemplo, en 1995, cuando van a juzgar a un empresario llamado Javier de la Rosa que se había llevado dinero de Kuwait, este dice que ha pagado a políticos catalanes y españoles y a la jefatura del Estado. Que el servicio secreto interviniera ahí para evitar que eso se supiera me dejó absolutamente sorprendido», cuenta Rueda.

Felipe VI

El rey emérito es el mayor protagonista de su obra, aunque también le dedica capítulos a su hijo: «La diferencia entre ambos es total. Con Felipe no hay problemas económicos ni de relaciones con mujeres ni de amistades peligrosas». La aparición de Felipe VI en el libro no solo se ciñe a describir su relación con el CNI, sino también a contar las veces en las que él mismo se vio afectado por los espionajes por orden de su propio padre: «Juan Carlos pidió información sobre algunas de las novias que él pensaba que se podían casar con su hijo, como por ejemplo Eva Sannum o Letizia Ortiz».

Esta era la excepción, pues, en líneas generales, el primer monarca de la democracia española no daba órdenes, sino que era el propio servicio secreto quien tomaba la iniciativa de protegerle tanto de sus asuntos económicos como de los personales, desde el golpe de Estado del 23F hasta el caso de Bárbara Rey, entre otros.

A pesar de todo lo que ha logrado destapar sobre los secretos de España desde que en 1993 lanzase su primera obra al respecto, Rueda lamenta que todavía haya documentos sin desclasificar de la época de los GAL, de la dictadura franquista e incluso de la Guerra Civil. En ese sentido, cree que lo que ha ocurrido estas últimas semanas con Pegasus puede contribuir a desvelar dichas cuestiones. No obstante, Rueda ha conseguido sortear las restricciones de la ley de secretos oficiales, «que a quien más perjudica es a los periodistas, aunque hemos conseguido saltárnosla durante todos estos años». En 1993, antes de publicar La Casa, los abogados de la editorial Planeta elaboraron un informe jurídico, detectando 1.216 delitos que atentaban contra esta norma. «Aun así, con tres cambios salió el libro». Desde entonces, ya lleva 17.