A May le encanta jugar en el Centro Joven con sus amigos, pero le gusta todavía más que estos traigan a sus padres y madres. Esta pequeña de seis años, hija de una extremeña y una estadounidense, país donde nació, no sabe qué contestar cuando se le pregunta qué es lo que aprende cuando está con ellos, pero sus madres lo tienen muy claro: «Necesitan tener referentes y descubrir que existen otras familias como la suya, que todos tenemos los mismos problemas y nos comportamos igual. Les viene muy bien y es muy necesario», dice María Calle.

Ayer fue la primera vez en época de pandemia que se reunieron presencialmente las familias LGTB que normalmente suelen acudir a los encuentros que organiza Fundación Triángulo Extremadura, y la reunión ha coincidido, precisamente, con la vuelta de Los Palomos. «Para nosotros es muy importante reunirnos de forma física de nuevo porque es volver a conectar», manifiesta Silvia Tostado, presidenta del colectivo extremeño, que añade que es difícil proporcionar a los más pequeños «espacios de diversidad» de forma virtual. Su propia hija, por ejemplo, le decía que hacía mucho tiempo que no veía a sus amigas «con dos mamás».

El objetivo específico de esta actividad, que continuó por la tarde en el palacio de congresos con el concierto de Petit Pop, fue «recordar dónde nos quedamos cuando empezó la pandemia, contar cómo nos ha afectado, si es que ha habido algo diferencial, y ver cuáles son las prioridades que tenemos como colectivo y familias LGTB, para abordarlas de manera inmediata».

Concierto de Petit Pop en el palacio de congresos. L.S.G.

Ayer por la mañana trabajaron tanto los niños como los progenitores. Los primeros lo hicieron de forma lúdica, explica Tostado, «utilizando lo cotidiano para trabajar sus realidades». Los segundos, por su parte, contaron con el apoyo de un psicólogo.

Aumento de agresiones

La presidenta de Fundación Triángulo Extremadura considera que esta crisis sanitaria y, posteriormente, económica y social les ha dejado «al descubierto», y menciona el incremento de las agresiones que están sufriendo. En ese sentido, este tipo de actividades conjuntas cobran todavía más valor: «Nuestros hijos no son ajenos a este aumento, nos preguntan por qué a esas personas las han agredido por ser como nosotras. Asumen el riesgo y empiezan a escuchar cosas que les hacen sentir muy inseguros, por eso estos espacios son imprescindibles, porque, tanto para ellos como para nosotros, son lugares de empoderamiento y donde nos seguimos haciendo fuertes», manifiesta.

Coincide con ella Jesús Manuel Lagar, técnico de la oficina de atención a víctimas de LGTBIfobia de Extremadura: «Al final esto un espacio seguro donde las familias se sienten arropadas, están en un ambiente de más libertad que puede dar pie a contar situaciones que les han pasado que quizás no comentan en su día a día».

Lo confirma Calle, que apunta que ella y su mujer también necesitan acudir a estos encuentros «para desahogarnos con gente como nosotros y apoyarnos las unas a las otras». Sus niñas, de momento, no tienen ningún problema con sus compañeros del colegio, que lo viven con naturalidad: «Somos los adultos los que les empezamos a crear problemas cuando comienzan a crecer un poco».

Tostado opina parecido, pero no quiere olvidarse de otro aspecto igual de fundamental: «También son momentos para compartir, disfrutarnos y pintarnos una sonrisa. A nosotras nos encanta disfrutar juntas con nuestras criaturas, y eso es lo que hacemos».