Aún acude muchas mañanas pero su marcha es definitiva. Miguel Murillo Gómez (Badajoz, 1953) se ha jubilado como director del Consorcio del Teatro López de Ayala de Badajoz, del que ha estado al frente nada más y nada menos que 26 años, desde 1995. Una institución. Se jubiló el 1 de agosto, pero continúa yendo a su despacho del paseo de San Francisco a «recoger papeles y solucionar temas». Cumplió 68 años en abril y ha estado 3 años de prórroga. «Por necesidades me pidieron que no me fuese y a los tres años decidí que ya me voy, es momento de dedicarse a otras cosas».

-¿A qué quiere dedicarse?

-A la familia, he sido abuelo y además mi nieto vive con mi hija en Francia. Voy a tener más tiempo para poder ir allí a estar con ella. Y dedicarme a temas que en su momento eran más difíciles de compaginar.

-¿Se marcha con tristeza, con nostalgia, con ilusión?

-Es un sentimiento difícil de expresar. Todavía no me he hecho a la idea. Los compañeros son también parte de mi vida. Pero me voy contento. El trabajo ha sido un privilegio y además por delante tengo muchas cosas que hacer. Hay algo de lo que no me jubilaré nunca, que es de escribir, del teatro, de los encargos, a los que podré echar más horas.

-Dramaturgo metido a gestor. ¿Ha sido complicado compaginar ambas facetas o se complementan?

-Era el trabajo ideal para una persona vinculada al teatro como yo, por los contactos, que te lo ponen más fácil a la hora de gestionar. Tuve la suerte de contar con Marilán (María de los Ángeles Pérez Bueno, anterior gerente del López), que para mí es una persona fundamental. Lo fue todo en el López de Ayala. Pude coincidir laboralmente con ella y posteriormente con el actual gerente, Miguel Ángel Jaraíz, que es extraordinario.

-¿Se va con la satisfacción de haber convertido este teatro en un referente cultural dentro y fuera de Extremadura?

-Hay un antes. Cuando llegué en 1995 hacía dos años que el teatro había reabierto. Estuvo de director menos de un año Francisco Muñoz y estaba como gerente Marilán. Teníamos por delante muchos retos. Uno de ellos era conseguir y fidelizar al público. Hoy parecería extraño decirlo, pues a la vista está que las entradas se agotan y la gente quiere venir a los espectáculos. Las cifras anuales de más de 100.000 espectadores a lo largo de estos años nos dicen que se consiguió. Es un referente nacional e internacional, de cara a Portugal. Al principio soñábamos con ello y son sueños logrados y consolidados. Hay programaciones que no se podrían quitar porque el público no lo entendería.

-El López es un teatro al que las compañías quieren venir.

-Sin duda. Ya está dentro de todos los circuitos, de gira, de compañías teatrales, grupos musicales y todo tipo de artistas.

"El López de Ayala ha contribuido y contribuye al nivel de calidad que actualmente tienen las compañías de teatro"

-Usted ha vivido en primera persona la evolución de la red teatral extremeña, desde los primeros movimientos de aficionados hasta hoy. ¿Cómo ha sido ese proceso y en qué momento está ahora el teatro extremeño?

-No solamente la evolución del teatro sino de artistas extremeños de todo tipo. Me vienen a la cabeza Bebe, que empezó en el Cafetín, o Acetre, que ofreció su primer concierto en teatro grande en el 96 en el López o las compañías Arán Dramática, Suripanta, Teatrapo, Al Suroeste, Samarkanda, todas han empezado aquí. El López de Ayala ha contribuido y contribuye al nivel de calidad que actualmente tienen las compañías de teatro. Aquí, por ejemplo, en verano se han ensayado muchísimas producciones extremeñas que después han ido al Festival de Mérida. Pienso que si luego triunfan allí es porque tienen unas condiciones previas que facilitan la calidad del montaje y que el López haya contribuido es un orgullo.

-Paralelamente ha evolucionado y se ha formado el público.

-Hay niños que venían hace 26 años al teatro infantil con sus colegios e institutos y ahora muchos vienen con sus hijos o como espectadores. Una cifra muy curiosa (salvando la pandemia, porque este año ha sido horrible): teníamos en torno a 33.000 jóvenes y niños que participaban en el teatro escolar anualmente. Multiplicados por más de 20 años es un volumen muy grande.

-Ha logrado asimismo una programación asentada.

-Tenemos muchos buques insignias: el Festival Internacional de Teatro, el del Flamenco y Fado, el de Jazz, el Ibérico de Música, el de Cine, las muestras de danza de las academias de Badajoz y, por supuesto, el Carnaval. El López de Ayala es la sede del Carnaval de Badajoz. Mantenerlo y sobre todo la confianza que tienen en nosotros los colectivos que organizan esos festivales, le dan al teatro un sello.

-No se entendería la vida cultural de Badajoz sin el López.

-Ya no. Antes de 1993 el López de Ayala no existía. Estuvimos más de diez años sin teatro. Solo Menacho. Han sido 28 años de actividad continuada.

"El peor momento que hemos pasado aquí ha sido la pandemia. Después de tantos años, terminar en medio de esta incertidumbre es y sigue siendo muy duro"

-Uno de los momentos más duros habrá sido el cierre por la pandemia.

-La primera interrupción fue con el confinamiento. Después, en noviembre, durante el Festival de Jazz, salió una norma que acatamos. Eran muy pocas restricciones, afectaban al López y yo no lo entendía. Nosotros teníamos todas las medidas de seguridad y otros locales estaban mucho peor. Sin duda el peor momento que hemos pasado aquí ha sido la pandemia. Ha sido horrible. Después de tantos años, terminar en medio de esta incertidumbre es y sigue siendo muy duro. Se han ido muchos compañeros y mucha industria cultural. Ha habido otros momentos tristes pero éste es el más duro. Aunque hay algo muy importante, que son los trabajadores, ejemplares, cuyo comportamiento en la pandemia ha sido extraordinario y hemos podido hacer reformas importantes gracias a su entrega, por puro amor al teatro. La ciudad tiene una deuda con los técnicos y trabajadores del teatro López Ayala.

-De todo lo vivido en este edificio, ¿con qué imagen o experiencia se quedaría?

-Hay muchísimas. Posiblemente creo que lo que más me emociona en el recuerdo son los niños, las visitas de los colegios e institutos que durante muchos años he guiado, enseñándoles la magia del teatro. Recuerdo con muchísima emoción su mirada sobre el escenario, viendo la tramoya o en el sótano buscando al fantasma Federico. Tengo otro: mi hija estudió Periodismo y su primera rueda de prensa cuando hizo prácticas en Onda Cero fue aquí, con su padre. Otro más: la hija de la periodista Matilde Vázquez, Candela Salguero, venía con 6 o 7 años a las sesiones infantiles, se levantaba de la butaca y se apoyaba en el escenario. Hoy es una actriz consagrada que triunfa en Madrid. O el bailaor Jesús Ortega, que venía de niño con sus padres. Hay muchas historias.

-¿Qué le hubiera gustado haber resuelto y ha sido imposible?

-Hay dos temas. Por un lado, los universitarios. Hemos buscado muchas fórmulas para llegar al grueso de la juventud pero a día de hoy le da espalda al López de Ayala. Entiendo la edad que tienen pero el ambiente cultural no puede prescindir de la universidad ni de los universitarios Otro tema es que hay un ala del teatro que sigue en bruto, casi 2.000 metros cuadrados de dotación cultural para la ciudad que no nos podemos permitir mantener cerrados.

-¿Quién lo va a suceder?

-No lo sé. Corresponde a las instituciones que mantienen el consorcio, cuyo compromiso con el teatro existe y son un ejemplo de convivencia y diálogo cultural.

Parece que fue ayer cuando entré por primera vez. El tiempo ha pasado muy deprisa.