Hace más de cuatro años que, de la mano de la Fundación Diversión Solidaria el musicoterapeuta, compositor, y músico de jazz pacense Javier Alcántara, junto a sus compañeras Angelica Guzmán y Aránzazu Benítez, pone banda sonora a la estancia de muchos de los pacientes ingresados en la UCI del hospital de Torrejón de Ardoz (Madrid). No lo hacen para entretenerlos, sino para mejorar su salud y despertar en los enfermos emociones positivas que contribuyan a su recuperación y a humanizar su paso por los boxes. Los resultados de este programa han sido tan positivos, que todos los que colaboran en él, Hospital de Torrejón y Proyecto HU-CI, del que es miembro, han editado la primera guía multidisciplinar para promover y facilitar la implantación de la musicoterapia en las unidades de cuidados intensivos de otros hospitales.

Los beneficios se han constatado en los pacientes, en sus familiares y en propios profesionales sanitarios: las emociones están «más vivas para todos», pero además se ha comprobado que reduce el estrés, la ansiedad, y el dolor de los pacientes, además de determinados parámetros, como la frecuencia respiratoria, la cardiaca y la presión arterial

«Ha sido una auténtica revolución», asegura Javier Alcántara, quien defiende que una de las claves del éxito de este proyecto es que la musicoterapia se ha integrado como una parte más del tratamiento de estos pacientes, con los que siempre se trabaja con la supervisión médica y la coordinación de la Fundación Diversión Solidaria. «Los médicos han trabajado con nosotros codo con codo, se nos ha valorado como unos profesionales más de un equipo multidisciplinar y eso es fundamental», destaca.

«La musicoterapia es una ciencia y los musicoterapeutas somos profesionales sanitarios, lo importante no es la música que se hace, sino el fin terapéutico que tiene: mejorar el estado emocional de los pacientes y sus familiares y abrir canales de comunicación», defiende Javier Alcántara. Esto último cobra especial relevancia con pacientes que están intubados y no pueden hablar o en aquellos que están en coma. La música, lenguaje universal, consigue llegar a donde a veces no puede hacerlo la palabra.

«En la UCI he tocado jazz, boleros, bossa, flamenco o rock», cuenta el musicoterapeuta, pero la improvisación clínica es una de las herramientas más utilizadas: se crea música a tiempo real al ritmo de los sonidos que emiten los monitores de la UCI o a partir del que el marca el propio paciente en los casos en los que puede sujetar un instrumento (bongo, maracas...). Las sesiones siempre se adaptan a sus necesidades físicas y emocionales, para lo que es fundamental que el musicoterapeuta disponga de la mayor información posible sobre el enfermo.

Cada jornada de trabajo en el hospital es una historia compartida entre el equipo médico, pacientes, sus familiares y los musicoterapeutas. 

En ocasiones, han acompañado a los pacientes sus últimos momentos de vida, y en otras han cumplido peticiones de familiares. Es el caso de la mujer de un paciente en coma, que les pidió en una de las sesiones que interpretaran un tema de Medina Azahara, el grupo favorito de su marido. Fue un momento muy especial para ella y, aunque en ese momento desconocía si su esposo podría escucharlo, días después despertó y lo recordaba. «Los enfermos lo perciben, la fundación ha ido recogiendo la impresión de los familiares y pacientes a través de un cuestionario durante estos años y para el 100% es una experiencia positiva», afirma Javier Alcántara, quien confía en que este proyecto se implante algún día en las UCIS de hospitales extremeños. «En Nueva York, por ejemplo, la musicoterapia es normal en los centros hospitalarios desde hace años. Cuando estuve allí, me impresionó por esa parte, pero no por el trabajo, porque el que estamos haciendo aquí no tiene nada que envidiarle», valora.

La pandemia obligó a que el programa de musicoterapia se suspendiera, pues era impensable acceder a una UCI. Sin embargo, tras varios meses, la fundación lo retomó de manera online. Aún con teléfonos móviles y tablets de por medio, que se encargan de sujetar los propios profesionales sanitarios como María Cruz Martín, jefa de servicio de Medicina Intensiva del Hospital Universitario de Torrejón de Ardoz -lo que dice mucho de su implicación y confianza en este proyecto- sigue dando resultados muy positivos. «Todos somos ritmo, somos música enteramente, la musical es la última memoria que se pierde y la persona, aunque parezca que no la escucha porque está en coma o intubada, lo hace y eso tiene un efecto físico liberador. No es una pseudoterapia, es ciencia... es real», explica el musicoterapeuta. Es, como dice el creador de Proyecto HU-CI, Gabi Heras, el cuidado de lo invisible a través de la música».