«El último viaje de la campana», le dijo Gregorio Sierra a Manuel Cienfuegos. «No, hombre, tiene que venir para acá». Estos dos miembros de la directiva de Amigos de Badajoz acudieron ayer por la mañana al almacén donde el Museo Arqueológico Provincial guarda las piezas que no puede exponer en su sede.

Allí tuvo lugar un acontecimiento histórico y, para Cienfuegos, que se encontraba emocionado y entusiasmado casi a partes iguales, también un sueño hecho realidad: la recogida de la campana de Espantaperros por parte del vehículo que la llevará a Montehermoso, donde se hará su réplica.

Este será su penúltimo viaje, ya que en unos meses tendrá que retornar a la capital pacense. En el futuro, no obstante, podría añadirse otro más, en caso de que el Ministerio de Cultura autorice su exposición en el Museo de la Ciudad Luis de Morales.

«Eso es otro trámite aparte que emprenderemos en su momento», dijo Jaime Mejías, concejal de Turismo y Patrimonio, que quiso estar presente mientras los trabajadores de Campanas Rivera desmontaban y empaquetaban el asa y el hombro de la pieza original, más los 45 trozos que se conservan de los 167 que en un principio había cuando la destruyeron a mazazos hace ya casi 150 años. «Pobrecita, lo que le hicieron...», comentaba Gabriel Rivera, maestro fundidor de campanas y principal encargado de la réplica, mientras la observaba.

Hasta cuatro personas hicieron falta para desencajar la parte superior de la estructura de madera que mandó construir María Dolores Gómez Tejedor para sostener lo que quedaba de la original. Entre ellas se encontraba Guillermo Kurtz, director del museo, que también echó una mano durante la hora y cuarto que emplearon.

La campana salió a licitación por 44.876 euros, aunque finalmente se ha adjudicado por unos 36.000, por lo que casi toda la cantidad será cubierta por los 33.290 euros que recaudó la campaña de micromecenazgo llevada a cabo por la Asociación Amigos de Badajoz. El resto, incluyendo también gastos externos como seguros o transportes, lo cubrirá el ayuntamiento, llegando la inversión a alcanzar los 45.000 euros.

La idea es que suene con un martillo electromecánico conectado a un ordenador de melodías y sonidos, pero también se reproducirá el badajo de 97 centímetros con el que cuenta, ya que el toque manual podría ser declarado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco próximamente.

Gabriel Rivera y otro trabajador de su empresa colocan la parte superior de la campana en el interior del vehículo con el que la transportaron ayer. Andrés Rodríguez

El objetivo es que los pacenses puedan tomarse las uvas al son de sus campanadas, y es que esta pieza es todo un símbolo de la ciudad. Lo dice Cienfuegos y lo reafirma Mejías, que remarcó ese «peldaño más» que se da hacia la recuperación del patrimonio histórico y del «orgullo patrio» pacense.

Rivera reconoce que terminar el trabajo para esas fechas es complicado, pero que intentará «apretar» para poder cumplir la petición expresa que le ha hecho el concejal, aunque siempre manteniendo la calidad. Este extremeño forma parte de una familia de origen cántabro que lleva afincada en el norte de Cáceres desde mediados del siglo XIX y que ya se dedicaba a este oficio antes de mudarse a esta región.

Proceso de construcción

La construcción de la réplica la hará mediante el mismo proceso que se siguió en el siglo XVI con la original. Se fabricarán tres moldes: macho (parte interna), hembra (parte externa) y falsa campana. Esta última pieza, que va en medio de las dos primeras, se realizará en cera y será una copia exacta de la original, incluyendo todos sus detalles.

Una vez acabados, los Rivera destruirán la falsa campana y, tras unir macho y hembra, verterán el bronce fundido en el hueco que queda entre ambos moldes. Todo este procedimiento se llevará a cabo, además, a dos metros bajo tierra, porque así se hacía antaño.

Tras dejar enfriar la réplica unas 72 horas, explica Gabriel, «la desenterraremos y tendremos como un huevito, que es la hembra. Romperemos el cascarón, y tendremos el pollito».