13 minutos. Es el tiempo necesario para salvar una vida, o al menos así lo fue en el caso de M.S.S., un vecino de Badajoz que prefiere mantener en el anonimato su identidad y la de su familia. El pasado miércoles por la noche, su padre cayó desplomado al suelo de su casa: dos obstrucciones en las arterias le estaban provocando un infarto.

Le dijo a uno de sus hermanos que llamase a una ambulancia y, cuando notó que su padre no tenía pulso ni respiraba, se puso manos a la obra. No tenía conocimientos sobre cómo realizar correctamente una Reanimación Cardiopulmonar (RCP), pero aun así empezó a hacerla, al principio como su corazón le dictaba y, más tarde, siguiendo las indicaciones que los médicos le daban por teléfono.

Efectivos de la Policía Nacional le relevaron al llegar a su domicilio casi un cuarto de hora después, y cuando los sanitarios entraron por la puerta y su progenitor volvió a la vida, le dijeron que su actuación había sido determinante para que sobreviviera. «Estas cosas se tenían que enseñar en los colegios, en los institutos y en todos lados desde bien pequeños», cuenta.

F.J.S.G. continúa ingresado en el hospital a la espera de una nueva intervención. Se encuentra fuera de peligro y, aunque todavía le duelen mucho las costillas, asegura que no tiene nada que perdonarle a su hijo; todo lo contrario.