Nacido de la tragedia con viviendas de realojo para los afectados por la riada hace 21 años, el barrio de La Granadilla ha logrado en este tiempo que sus vecinos se sientan identificados con su entorno, por la tranquilidad de sus calles y la cercanía de sus residentes. Con un solo bar, dos tiendas de alimentación y un taller mecánico, lo que más echan en falta no es una farmacia o que los centros de salud de los que dependen o los colegios o institutos donde sus hijos estudian no estén más cerca. Con ello cuentan.

Pero no se conforman con que no exista mantenimiento periódico de sus calles, que no se reparen las baldosas de las aceras levantadas, ni se hayan asfaltado sus calles en dos décadas, que no se poden los árboles, no se arreglen los alcorques, ni existan fuentes en el parque, ni un área de juegos infantiles, ni los aparatos de gimnasia para mayores que les prometió el ayuntamiento, según cuentan.

Durante mucho tiempo no estuvieron organizados, pero ya funciona una asociación vecinos, que es la voz oficial de todos ellos. Ayer recibieron la visita de varios concejales del grupo municipal socialista con su portavoz, Ricardo Cabezas, para hacerse eco de sus demandas. Fundamentalmente, tanto Cabezas como la asociación, reivindican la necesidad de una sede «digna» donde poder reunirse y ofrecer alternativas de ocio. En el 2019 la Junta de Extremadura cedió a la asociación un local de 120 metros cuadrados pero está totalmente en bruto y la junta directiva reclama al ayuntamiento que lo acondicione. Mientras estas instalaciones se adecuan, los vecinos proponen que el ayuntamiento alquile un local vacío, como en otros barrios. Según contó el presidente vecinal, Francisco Castillo, se reúnen en la calle . «Es una pena cómo el movimiento vecinal, comprometido con su barrio, se topa con la desidia y el abandono de nuestro ayuntamiento», denunció Cabezas.

En La Granadilla hay 200 viviendas con unos 600 vecinos. Castillo defendió que están «muy contentos» con su entorno, pero tienen necesidades por solventar. Muchos residentes son los que originalmente se asentaron en las nuevas casas y son ya mayores. La asociación de vecinos estaría dispuesta a compartir el local con ellos, para que pudieran también tener un lugar donde encontrarse. Algunas de las casas han cambiado de manos y hay familias jóvenes, cuyos niños tienen que salir fuera del barrio para jugar en un parque infantil. Cuentan con autobús urbano directo, de la línea 7, pero solo existe una parada y reclaman otra en la avenida. Se quejan también de que el asfalto está muy bajo lo que convierte en inaccesibles los pasos de peatones y de que no existe acerado en un tramo de Alcaraz y Alenda que tienen que cruzar los estudiantes camino del instituto, donde además haría falta un paso de cebra. Demandas de barrio consolidado para las que urgen soluciones reales.