«Abuelo, por fin estás en tu tierra, aunque sea con demasiado retraso, para darte el adiós definitivo y con la dignidad que otros te arrebataron cruelmente». Fueron las palabras que José Leal Benavides dedicó ayer a su abuelo, José Benavides Díaz, fusilado en el conocido como ‘paredón de España’, en Paterna, el 27 de julio de 1940, tras introducir la urna con sus restos en el nicho de la que fue su esposa, Isabel Guerrero González, en el cementerio de San Juan de Badajoz. Al acto, sencillo y familiar, asistieron sus nietos, un biznieto y Dolores, la hija menor del matrimonio, la única que aún vive de cuatro hermanos. 

 Natural de la localidad pacense de Valle de Santa Ana, su cuerpo permanecía enterrado en la fosa común 127 del cementerio de Paterna, donde a su nieto José Benavides Leal le entregaron este sábado sus restos para que su familia pudiera darles digna sepultura. José Benavides era labrador y siempre se había significado políticamente. Hombre de izquierdas y afín a la república, era de los pocos que en aquella época sabía escribir y leer. Le gustaba compartir sus ideas políticas y cuando las tropas franquistas tomaron esta zona, no le quedó más remedio que refugiarse en la sierra de Monsalud. Estuvo meses escondido y solo por las noches iba al pueblo a ver a los suyos. Pero el cerco se estrechaba sobre él y en «una huida hacia adelante» se marchó a Valencia, una de las pocas plazas republicanas que quedaban. Era antes de finalizar la guerra civil española y atrás dejaba a su esposa y a sus cuatro hijos, el mayor con 10 años y la pequeña tan solo con 2. En la ciudad de Turia sobrevivió como pudo hasta que la zona fue ocupada por las tropas de Franco y decidió entregarse para intentar «salvar el pellejo» y volver con los suyos. 

Estuvo en la cárcel Modelo de Valencia, en la que se le dio algún permiso para salir por buen comportamiento, pero cuando estaban a punto de concederle la libertad definitiva, desde su propio pueblo informaron en su contra, por lo que se le juzgó por rebelión, se le condenó y fusiló. Tenía 40 años. Hasta entonces había remitido algunas cartas a su familia, que solo conoció su triste final, pero no dónde lo habían enterrado. Hace 15 años su nieto José Leal Benavides trató de localizarlo, pero sin éxito. No fue hasta hace dos años cuando, viendo un reportaje en televisión sobre las exhumaciones en una de las fosas del cementerio de Paterna, anotó un número de teléfono que aparecía en la pantalla para familiares de represaliados que buscaran información. Llamó y le confirmaron que el nombre de su abuelo era uno de los que aparecía en el registro de la fosa 127, en la que estaban enterrados 143 fusilados. El siguiente paso fue corroborarlo con las pruebas de ADN, que cotejaron con el de su hija Dolores. Hace menos de un año le comunicaron que no había dudas: había encontrado a su abuelo.

José Leal Benavides asegura que se ha sentido «totalmente solo en este proceso», pues no ha recibido ni apoyo de las instituciones ni de asociaciones de Extremadura. Sin embargo, eso no empañó la emoción que sintió cuando supo que su abuelo podía retornar a ‘casa’ más de 80 años después. «La sensación que tuve fue de paz y satisfacción, porque, aunque no se olvida, nos permite cerrar un capítulo».

Conoció a su abuelo por lo que le contaba desde que era un niño un tío suyo. «Siempre he estado muy sensibilizado porque sabía lo que había sufrido». José Leal Benavides no entiende que haya aún una parte de la sociedad que se opongan a que se abran las fosas comunes. «Nosotros no queremos revancha, queremos darle la dignidad que otros le quitaron. Es una cuestión de justicia, no de bandos ni de partidos, y una sociedad democrática no debería permitirse que las cunetas de este país estén jalonadas de gente enterrada».

La historia de José Benavides Díaz es también la de muchos otros. Ayer tuvo la despedida que le hubiera gustado, rodeado por los suyos y con sus restos cubiertos por una bandera republicana y un pequeño ramo de rosas rojas. El deseo de su familia es que «donde esté, tenga una vida mejor que la que le tocó vivir en este mundo».