Solo existen cinco imágenes de Cristo con un sagrario en el interior de su pecho y una de ellas, posiblemente la más antigua, se encuentra en la iglesia de Santa María la Real (San Agustín) en Badajoz. Se trata de la talla de Nuestro Señor Jesucristo Yacente, un detalle que muchos pacenses ignoran, pues esta imagen del siglo XVI, cuyo autor y origen se desconoce, desfila cada Viernes Santo protegida en su urna, en la procesión del Santo Entierro.

Originariamente, este sagrario era utilizado para colocar la Custodia el Jueves y el Viernes Santo, pero la Iglesia decidió suspender hace siglo y medio esta tradición, que formaba parte de los autos sacramentales, porque consideró que los devotos parecían estar velando a un difunto en lugar de adorar la Eucaristía.

Esta Semana Santa, después de 150 años, la Cofradía de Nuestro Señor Jesucristo Yacente y Nuestra Señora de las Lágrimas ha decidido volver a abrirlo. Se trata de un hueco de dimensiones considerables, pues ocupa todo el interior del pecho de la imagen, forrado en pan de oro. Se abrirá esta noche con la ayuda de la restauradora Almudena Villar y se mantendrá así expuesto mañana, Jueves Santo (de 11.00 a 13.30 horas), y el Viernes Santo (de 10.00 a 12.30 horas y de 19.00 a 20.30 horas), para que los ciudadanos puedan observarlo como nunca antes han podido hacerlo.

La hermana mayor, Carmen María Gutiérrez, explica que va a permanecer a la vista estos dos días «para rescatar una tradición muy antigua de la ciudad y que la gente pueda disfrutarla». «La mayoría -defiende- no sabe que tiene un sagrario en el pecho, a no ser que le guste el estudio de la imaginería, por eso es algo digno de ver, se va poder observar de cerca porque jamás se ha expuesto».

En Badajoz, todas las cofradías, por la imposibilidad de celebrar las procesiones, han colocado ‘altares efímeros’ con sus imágenes titulares. También lo ha hecho esta hermandad con la Virgen de las Lágrimas y Jesucristo Yacente, que ha salido de su urna. Ambas se pueden contemplar desde el sábado por primera vez juntas, en el momento en el que la madre está delante de su hijo muerto lavando y ungiendo su cuerpo antes de introducirlo en el sepulcro. La hermandad ha recreado esta escena colocado delante de las imágenes ánforas llenas de esencias de jazmín, nardo y romero y adornándola con una sencilla guirnalda de eucalipto y brezo. Para esta hermana mayor, el sentido de los ‘altares efímeros’ no es solo poder contemplar una hermosa talla en toda su plenitud, «sino rezar a la imagen por el momento que estamos viviendo».