Pienso en Lester Burnham, protagonista de la película American Beauty, quien reflexiona sobre la fútil existencia cuando parece que vivamos en una pesadilla de la que es imposible despertar. Entre la apatía y el cinismo, comprueba la falacia del sueño americano. También nuestro sueño se hizo añicos cuando decidimos cabalgar a lomos del caballo de la hipocresía y el engaño cuando no de la traición. Nuestro sueño -el de la reconciliación y la convivencia, el de la unidad y la solidaridad entre los pueblos, el de transición eficaz, del desarrollo y la modernidad, el de la mejor sanidad del mundo y tantos falsos argumentos- se ha desvanecido o, peor aún, nos ha situado frente a una realidad insoportable que nos enseña que somos más vulnerables de lo que pensábamos y estamos más enfrentados que nunca. Lo resumiría todo en el vuelo absurdo y surrealista de la bolsa de plástico que la película nos muestra como una inútil obra de arte cuando no es más que una simpleza en este aciago devenir del mundo que nos conduce a la nada. Hablando de nada, veo de nuevo Juan Nadie, una película de Frank Capra que se estrenó el 12 de marzo de 1941 y sigue vigente por su contenido. Un tipo que desea suicidarse en Navidad como protesta contra la sociedad. Capra creía en la bondad de las personas, creía que son los pequeños gestos individuales y no las ideologías lo que podía cambiar el mundo. «Somos una gran familia los Juan Nadie. Cosechamos, excavamos las minas, trabajamos en las fábricas, llevamos los libros, hacemos volar los aviones, conducimos los autobuses y cuando un poli grita usted atrás, se refiere a nosotros, os Juan Nadie». La película es actual porque denuncia el sensacionalismo de los medios de comunicación y sus peligrosas relaciones con el poder, la corrupción política, la manipulación de la gente que despliegan los políticos para defender sus propios intereses, el desafecto hacia la clase política. Estamos igual: narcotizados, adormecidos, como si nos dieran igual cien que cien mil, seguimos votando a quien nos engaña o disculpando a los nuestros mientras condenamos a los otros. Y no caemos en la cuenta de que el sentido a todo lo da la fuerza de la gente normal, la gente de verdad, no la gente convertida en elite. Despierta Juan Nadie, dice la película, porque solo tú eres la esperanza del mundo. Los Juan Nadie que, a pesar de ser Nadie, nos molesta que nos traten como si fuéramos nada.