Parecía que todo estaba previsto para que Leopoldo Torres Balbás llevase a cabo la restauración de la Alcazaba de Badajoz cuando, aún con la Guerra sin finalizar, las autoridades locales lo llamaron. La entonces administración militar parecía estar de acuerdo. ¿Por qué en fecha tan temprana y a un sitio tan apartado como Badajoz? Había que disimular los daños causados por el ejército sitiador en agosto de 1936. En otras partes de la España llamada nacional se había hecho lo mismo. En Sigüenza (Guadalajara) obligaron al mismo arquitecto a restaurar, gratis, la catedral, muy dañada por la artillería de los sublevados. Era evidente que ese proceso pasaba por intentar dejarlo todo como estaba antes del ’36. Pero aquél era un perseguido por sus ideas democráticas y, a pesar de su prestigio científico, muy mal visto por algunos de sus colegas. Por ejemplo, por Pedro Muguruza, arquitecto falangista todopoderoso -autor, entre otras muchas obras, del Valle de los Caídos- y, por cierto, compañero de promoción en la Facultad de Madrid.

El arquitecto de zona de Badajoz y de una parte de las provincias andaluzas era Félix Hernández. Hemos estado estudiando, en Córdoba, estos días su obra. Fue un enorme profesional, pero en su biografía hay lagunas aún no resueltas. Ya ocupaba el cargo cuando comenzaron las hostilidades; la sublevación triunfó en Córdoba capital, donde residía, el mismo 18 de julio.

Mantuvo el puesto mucho tiempo después de 1939. No sufrió, que sepamos, ningún proceso de depuración. Y no se le conoce militancia falangista -con cualquier otra no habría sobrevivido-. Conociendo lo que les pasó a otros profesionales, volvemos a don Leopoldo, lo de don Félix resulta sorprendente, aunque no sea motivo de queja. Se ha hablado de la amistad de éste con Muguruza, pero no hay pruebas contundentes. Don Félix llamó, otra vez, a don Leopoldo a Badajoz a los pocos años de acabada la contienda. El pretexto era el mismo, la alcazaba, pero en realidad no le encargaron nada. ¿Se burlaron de él o fue solo una especie de homenaje silencioso, a falta de poder ofrecer nada a quien, de hecho, estaba condenado como arquitecto en ejercicio a muerte civil. Prefiero inclinarme por esta hipótesis.

*Arqueólogo